Ethnographic
Publication Site
spanish version
Después de la Etnometodología
por Abdel Hernández San Juan
6- Las Imágenes Reminiscentes en Jacobo Borges
Jacobo Borges como epitome en sí misma, ha sido representante
por varias décadas del expresionismo venezolano, su obra plástica
se fue moviendo desde un expresionismo figurativo hacia posteriormente
una inclinación a su modo Beuysiana –como fue el caso
en su obra “El Diluvio” por medio de la cual hizo un comentario
plástico al tema bíblico entendido en sentido literario,
me refiero a una exposición presentada primero en Austria,
Internationale Sommevacademie Fur Bildende Kunst in Salzburg y luego
en el Museo de Arte Jacobo Borges, si bien en mi consideración
su mejor expresión como obra es la que se logró en el
catálogo que Jacobo me mostró en New York durante un
viaje mío en años recientes. Sus pinturas recientes
se han movido hacia una nueva línea.
Dos encuentros, uno en New York en su estudio y el otro en su estudio
en Caracas durante una invitación que me hiciera su museo de
arte en 1998 me facilitan discutir sus obras remitiéndome también
a algunas citas directas a expresiones de Jacobo para una entrevista
que le realicé ese mismo año en Caracas, selecciones
de algunos fragmentos relevantes.
A decir por la, a su vez amplitud y ambivalencia, el concepto de expresionismo
ha dado bastante que decir, etimológicamente relacionado en
su inicial acepción a la palabra “expresión”,
este pareciera aludir a todo el campo de la expresión en tanto
toda forma de comunicar supone una forma de expresar y toda forma
de expresar trae implícita alguna forma de comunicar. En las
artes plásticas, sin embargo, el concepto de expresionismo
se ha visto directamente relacionado a un tipo de estética
en la que prevalece, bien sea por el modo de pintar el rostro y las
expresiones corporales, o bien por el modo de tratar elementos y formas,
el aflorar a la expresión de algún sentimiento, así
como de los llamados estados de las personas, alegría, tristeza,
perplejidad, asombro, felicidad, nostalgia, en algunos casos como
cualidades emotivas conferidas a los objetos, mustiedad, etc., entre
otros adjetivos.
El expresionismo en las artes ha tenido así una tónica
de propensión narrativa según la cual los seres, al
estar provistos de referencias a sus estados, aparecen remitidos a
esos mundos en los que tales sentimientos pueden ser experienciados,
imágenes que requieren, bien sea porque el artista mismo provee
los elementos contextualizadores a través de denotaciones referenciales,
o bien sea por el título o la tipicidad de la obra—una
representación acorde a una narrativa, usualmente basadas en
adjetivos, formas adjetivales que acentúan los estados antes
mencionados. Según esta inclinación toda imagen supone
algún nivel narrativo, el tratamiento de temas socialmente
tipificados, en alusión a tipicidades sociales—tales
o cuales personajes típicos---tales o cuales situaciones típicas.
La obra plástica del expresionista venezolano Jacobo Borges
tuvo y ha tenido algo de esta impronta expresionista. Aunque se trata
en su caso de un tipo de expresionismo más bien existencialista,
no dejaron de estar presentes en sus pinturas tempranas individuos
trabajados desde un gestualismo facial y corporal.
Otra de las inclinaciones en la obra plástica de Jacobo Borges
ha sido la de su exposición “El Diluvio” que mencionaba
recientemente. La exposición de Jacobo definida por varias
salas a la vez en pintura de arcilla y barro sobre lienzo como ambiente
general, se peculiarizaba por la característica destreza del
artista venezolano quien esta vez desarrolló la versatilidad
de su lenguaje plástico extrayendo a la arcilla en sus tonalidades,
en su densidad expresiva y en sus riquezas sus más amplias
posibilidades. Destaca en la destreza de Jacobo en esta obra no sólo
la complejidad y densidad usual a toda su pintura, sino esta vez también
bastante de sus habilidades atmosféricas para hacer de las
tonalidades de la arcilla un universo alusivo a ambientes que sugieren
algo del mundo del llamado Bajareque, técnica tradicional en
la casa venezolana, consistente en hermosas paredes arcillosas, conformadas
por ladrillos hechos en barro y anudados con ramillas, raicillas y
otros elementos que se combinan; técnicas de satinación
del Bajareque previas al estucado.
El modo de tratar la arcilla satinada, de explorar su porosidad, de
trabajar sus accidentes arenosos y de aprovechar para el lenguaje
plástico las impurezas mismas que el material supone en su
proveniencia natural, aluden directamente al tipo de estética
del Bajarque e incluso evocan algo que se torna hacia, en gran parte
de la obra, un tipo de lirismo. El concepto mismo de lirismo es uno
amplio que podría incluir lo mismo el lirismo hacia formas
de la tradición Venezolana obvio en estas telas y ambientes,--en
ocasiones una pared enteramente entelada y trabajada en arcilla puede
tener frente al espectador sobre el suelo como fragmentos de tela
con mecatillos y semillas trabajados con estas arcillas de tonos--
como también expresiones líricas muy diferentes como
son los paisajes de Manuel Espinosa. El trabajo de la arcilla enriquecida
por Jacobo en esta obra incluye no sólo mecatillos embadurnados,
semillas y hojas secas, casi todos alusivos a la naturaleza Venezolana,
sino también --como elemento pigmentario-- ramas de árboles
y trozos de tela trabajados a distintos planos y diferentes niveles
de cocido en arcilla, por momentos más espeso tornándose
hacia el color de la tierra y por momentos más liviano tornándose
hacia un tierra suave cercano al ocre.
La relación entre humedad y secado dan a esta obra de Jacobo-incluso
cuando pueda estar literalmente seca—un tipo de efectos que,
como obra plástica, bidimensión espacializada—deviene
en un tipo de acusticismo telúrico, una estética plástica
alusiva a universos acústicos en los que la imagen que uno
ve pareciera venir acompañada por música aún
cuando esta no haya sido utilizada literalmente en la obra, universos
acústicos, sin embargo, en los que el sonido no ha sido aun
transformado propiamente en voz, en dialecto o en idiolecto, algo
que pienso tiene que ver con el hecho de que su obra es no sólo
un comentario a las pinturas clásicas del pintor renacentista
Jacopo Bassano, cuatro pinturas comisionadas por Salzburg Archbishop
Wolf Dietrich Von Raitenan sobre el motivo literario en la Biblia,
sino en cierto modo su propia forma de evocar el tipo de universo
que se describe en la Biblia sobre el tema del diluvio y el arca,
definido por cosas que no están o de las cuales quedan reminiscencias.
En lugar de la voz articulada, en este tipo de acusticismo telúrico
se trata de la poetización reminiscente de la relación
entre un sonido general que puede ser cálido o sórdido.
Este acusticismo telúrico habla de un lugar desabitado en el
que, sin embargo, ha quedado la tierra como el elemento a la vez de
cosecha y reproducción, de esperanza y de aliento, así
como también en su propia ambigüedad la desolación
en toda la sordidez que es propia de aquello que el diluvio mismo
dejó, algo que el artista remite en la última parte
de la obra con cientos de cabezas de muñecas situadas en hileras
sobre el piso. No sólo aquella obra de Jacobo, muy bien recreada
en el catálogo donde se puede ver no sólo el ambiente
de varias salas que los espectadores pueden recorrer, sino también
bastante del proceso en que fue hecha la obra, dibujos y gráficos
hechos por el artista durante la preparación de la obra para
llevarla a Holanda, imágenes de sus diferentes presentaciones
en Austria y Venezuela, así como también sus apuntes
y reflexiones sobre las pinturas de Jacopo las cuales comentaba inicialmente.
Mientras aquella obra parecía inclinarse hacia esta suerte
de universo telúrico de grandes dimensiones poéticas,
las pinturas más recientes del artista parecen corresponderse
con algo que recientemente he teorizado discutiendo artistas como
Kieffer, el tipo de abstraccionismo desarrollado en este, así
como en general discutiendo teóricamente problemas propios
a los principios del collage, la tendencia a pintar no ya citando
a otros artistas plásticos, ora como citas a fragmentos de
cuadros en aquellos, ora como alusiones a ademanes o maneras, sino
más bien un tipo de pintura en la que no se ve cual es el referente
comentado, parodiado o citado intertextualmente, sino que este está
implícito como en el collage.
El artista pinta una obra no como si citara, tampoco como si se trajera
diferentes modos de pintar reconocibles en el mundo del arte y los
disolviera en el suyo propio, sino más bien como si diferentes
formas en las que el mismo pinta, pero las cuales se correspondencia
con cuadros y pinturas diferentes, estuvieran reunidas formando un
mismo cuadro, un cuadro que podría estar hecho como por fragmentos
de varios cuadros suyos. El concepto de reminiscencias es uno significativo
para discutir bastante de lo que ocurre al lenguaje pictórico
y plástico en una buena parte del trabajo más reciente
de Jacobo Borges. Una reminiscencia es una memoria externa, un tipo
de memoria que no se corresponde tanto con el recuerdo como este se
da en la memoria secuencial y en la episódica, incluso tampoco
en la memoria corporal, a la que recurre el hombre para recordar por
sí mismo determinados pasajes o experiencias, sino que es una
suerte de memoria de la imagen, una memoria de la cosa.
Hablamos de algo reminiscente para referirnos a una memoria de la
cosa que se presenta como memoria de la cosa en sí misma, que
remite inmediatamente a la imagen de la memoria y no a la memoria
en sí misma. En la reminiscencia lo que se presenta ante nosotros
en el objeto, en el espacio o en la superficie que nos resulta reminiscente,
es un tipo de imagen que recuerda esa que tenemos de la memoria, pero,
como decía, es la memoria de la cosa y en la cosa, la materialidad,
el efecto del tiempo y el desgaste sobre una superficie, etc, si bien
lo que está presente lo está como lo que queda.
No es, sin embargo, lo que queda como el resto, o como el excedente,
porque tanto el resto como el excedente son un exceso de lo que no
está presente, sino más bien su reminiscente, algo entreverado
que podemos percibir a través de lo que está presente
en sus formas antiguas, cómo fue, cómo había
o habría sido. Es reminiscente porque no vemos en la imagen
que tenemos ante nosotros todos los planos exactos de lo que fue,
pero se trasluce, queda como reminiscencias y esto deviene poético,
poetiza el tiempo, la dimensión temporal expresada en la fenomenología
de la cosa.
En la reminiscencia pareciera estarse en contacto de un modo bastante
completo con aquello que la imagen reminiscente evoca, aun cuando
ese todo sólo lo esté en la forma reminiscente. No diría,
obviamente que en las obras de Jacobo, por ejemplo, en su pieza “El
Diluvio” se tratara de un reminiscente sobre aquello que la
obra refiere en su comentario al motivo literario en la Biblia, que
sólo le sirvió como inspiración literaria, sino
que antes bien la reminiscencia en esta obra funciona como la figura
poética por medio de la cual se da lo poético en la
pieza.
El concepto de reminiscencia también podría incluso
mencionarse para referir no ya “El Diluvio” que es una
obra poética en la que hay tantos elementos que podrían
literarizarse como reminiscencias, el sonido como reminiscente, la
imagen como reminiscente, la arcilla como reminiscente, los materiales
y la densidad pictórica como reminiscente, sino también
este efecto al que me refiero en sus nuevas pinturas, lo que ocurre
a la relación entre un fragmento y otro en esta suerte de efecto
collage sin collage, la reminiscencia a elementos de su propia pintura
cuando estas –percibiendo un sólo cuadro—dan ese
efecto de parecer pinturas hechas con varias pinturas del mismo artista,
es como si varios modos del pintar del mismo artista se aludieran
unos a otro en sus reminiscencias.