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          Después de la Etnometodología 
          
          por Abdel Hernández San Juan
           
          13- Inmateriales del Material: Lenguaje e Imagen en Luis Gómez. 
          
           
           
            Si el discurso sobre el todo ha permanecido en la filosofía 
            clásica como un problema de la filosofía pura ha sido 
            precisamente porque, en el recorrido que sigue la forma retórica, 
            el todo no puede ser discernido entre una totalidad-predada (la sociedad, 
            el contexto, etc), y la totalidad de “la cosa”, es decir, 
            la obra de arte como totalidad, en su totalidad propia. Remito así 
            el concepto de “cosa” según aspectos despejados 
            en la epistemología radical de Durkheim. En ocasiones, el discurso 
            sobre el arte puede quedar emplazado por una forma retórica 
            y una retórica de la forma que impongan --en su retoricidad--, 
            esas totalidades pre-dadas como si fueran aprioris. Solo el a priori 
            kantiano y la epistemología Durkheniana establecen, uno, el 
            a priori pre-dado, y el otro, el apriori necesario para un filosofar 
            “la cosa” que pueda discursarla en su totalidad propia. 
            
            Este despeje radical en ambos sentidos -kantiano y durkeniano- es 
            de prioritaria importancia para la crítica, la teoría 
            y la filosofía del arte, como en general para toda base axiológica 
            en la disciplina. En el aclarar entre una crítica de arte desplazada 
            entre lo infinitamente singular que le ocupa y unas generalidades, 
            el a priori en la crítica de arte debe devenir el mismo a priori 
            tanto en una filosofía pura como en una filosofía del 
            arte. En este sentido discutiré el lenguaje en la obra plástica 
            de Luis Gómez, analizando obras y muestras concretas presentadas 
            por el artista en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales. Sin 
            periodizaciones o historizaciones, ilustraré mis análisis 
            con referencias a aquellas muestras, obras o partes de estas, pertinentes 
            a las explicaciones. 
          
            Para analizar las obras de Luis Gómez debemos situarnos en 
            los problemas que se inician con la dimensión “aural” 
            de la imagen en el sentido de Benjamín, así como cavilar 
            también la idea del lenguaje entendido en niveles como los 
            apuntados por Austin, Searly y Chomsky, quienes en diferentes sentidos 
            apuntaron que si bien el lenguaje sirve para la comunicación 
            y esta le es natural a su competencia, aquella no es su única 
            función. Lo anterior -tanto la predilección del artista 
            por una estética de lo aural, como el entender el lenguaje 
            en su dimensión lógica- es propio en general de la movida 
            que tiene lugar en el arte culto de la postvanguardia. Por un lado, 
            en el sentido de las formas, hacia la dimensión significante 
            –exploraciones de la autonomía del signo plástico 
            en el mismo nivel en que resultan autónomos el significante 
            musical, posibilidades semánticas de los materiales, texturalidades, 
            etc.-; y en el nivel del espectador, los problemas que plantea la 
            idea de obra abierta en su intrínseca relación con la 
            autonomía del arte, la polisemia y la apertura a muchas interpretaciones. 
            
            Todo ello encuentra en las creaciones de Luis Gómez expresiones 
            propias, singulares, conjugaciones originales. No es cualquier aural 
            el que encontramos en Luis Gómez, sino uno relacionado a aquello 
            que, en y desde el lenguaje, provee a la imagen de su presencia, lo 
            que le da a esta su presencia, eso que la trae a ella a la presencia, 
            una dimensión en el mismo nivel de su estar presente. En esta 
            búsqueda acerca de lo que le da a la imagen su presencia, las 
            obras plásticas de Luis Gómez se mueven entre esa imagen 
            y el modo de lenguaje que la hace posible; la fascinación por 
            el lenguaje mismo que trae esa imagen a su presencia. 
          
            Veremos esto en dos formas, tanto en la forma de instalación 
            donde lo que hace a la obra es aquello que hace presente a la obra 
            y a los espectadores en sala --la obra entre un volverse hacia y por 
            el espacio de la galería, y el espacio galerístico mismo 
            vuelto lenguaje en la obra. Estas búsquedas en instalación 
            e imagen mueven las obras de Luis en el sentido de lenguajes corporales, 
            entre lo tangible y lo insinuado. No pocas veces se trata de obras 
            que se refieren a los espacios mismos en que la obra es presentada 
            –las paredes, el piso o el techo de la galería. Otro 
            ejemplo son sus obras recientes que consisten simplemente imágenes 
            aurales, imágenes plásticas entendidas como presencia 
            de la imagen donde esta funciona como vinette, más allá 
            de si fue realizada en fotografía o vídeo. 
          
            En su muestra “Poder, espíritu y fortuna”, encontramos 
            ya una primera forma, si se quiere temprana, en el propio trabajo 
            del artista, donde están presentes tanto la exploración 
            del sentido de los espacios –llamemos a esta exploración 
            del espacio esa que se refiere a una determinada anterioridad de ese 
            espacio, la galería de arte- y lo que hace presencia a la imagen 
            en ese espacio, la relación entre lo impresente de esa imagen 
            y un aural de la imagen que pone en primer plano la preocupante de 
            lenguaje. En esta instalación, cuando el espectador está 
            en sala frente a la obra de arte, lo que hace arte a esa obra de arte, 
            es el hecho de que se trata de planchas de metal ubicadas frente a 
            las paredes para enfatizar la acústica del espacio en el cual 
            el espectador se encuentra. Las planchas están colocadas frente 
            a las paredes en dimensiones parecidas a las de aquellas paredes en 
            las cuales las obras podrían estar colocadas, martillos tocan 
            levemente las planchas de metal produciendo un sonido lento, pausado, 
            sutil, leve, el cual enfatiza la acústica propia de la sala. 
            El resto de las obras en sala consisten en dibujos muy sutiles sobre 
            las paredes blancas del espacio, el espectador tiene que acercarse 
            y percibir el modo sutil casi imperceptible en que están dibujadas 
            las paredes. 
          
            No se trata, como en referencias conceptualistas tradicionales, de 
            un dejar la sala vacía con los títulos de las piezas 
            únicamente, los precios o los marcos –si bien tenemos 
            en Luis también ese momento en que conceptualmente pareciera 
            que la obra no está, la presencia como un momento de su impresencia. 
            Tampoco se trata de los usos minimalistas tradicionales del metal 
            como forma geométrica por su carácter escultórico 
            o la relación entre su bidimensionalidad y su tridimensionalidad. 
            En la misma forma en que figuras espirales están inscritas 
            sobre las planchas y dibujadas luego sobre las paredes, en esta muestra 
            como en general en las obras de Luis, lo que regresa sobre si de un 
            tautológico, el hablar de sí o sobre sí de la 
            obra, no remite ya a un concepto de arte, sino al espacio, el ahora 
            aquí de la experiencia del espectador.
           
            Un aural benjaminiano es siempre uno que remite a una determinada 
            materialidad, y a lo inmaterial de esa materialidad: ciudad, espacios, 
            desplazamientos, sentidos, el cuerpo. Memoria o recuerdo, por ejemplo, 
            como dimensiones posibles de ciertas imágenes que parecen estar 
            fuera del lenguaje alfabético, encuentran, sin embargo, en 
            la imagen aural benjaminiana una relación con lo lingüístico; 
            un aural benjaminiano tendrá siempre su límite mas desmaterializado 
            en los inmateriales a los que aludía Lyotard. Hablaba de una 
            anterioridad, de un anterior, me refiero a su indagación del 
            espacio de la galería por lo que en este hay de ese espacio 
            antes de ser galería. No hay performance en Luis Gómez, 
            ni en el sentido de la plástica, ni en el teatral, ni en el 
            cinematográfico. 
          
            Lo anterior en las obras de Luis Gómez se refiere a los espacios 
            tangibles y a los materiales tangibles, las reminiscencias del tiempo 
            en las paredes del centro de desarrollo de las artes visuales con 
            sus huellas de edificio de la época colonial, las memorias 
            de la ciudad, las memorias del cuerpo, etc. Encontramos en sus obras 
            de los últimos tiempos una arqueología restituyente 
            del espacio en el sentido postmoderno de vanguardia, es decir, restituyente 
            en el sentido del sentido de esos espacios antes de que estos fueran 
            significados y, por lo tanto, como una crítica del significado 
            ya dado. 
          
            Esta es una anterioridad que no va en el sentido de explorar anteriores 
            en la dirección de los espacios como ya resemantizados y resignificados 
            por la institución arte –pues estas serían aquellas 
            otras arqueologías desarrolladas más bien por los conceptualistas 
            ortodoxos, e incluso las diversas expresiones del conceptualismo institucionalista-cuando 
            designaban la galería como cubo blanco, ni un anterior de aquellos 
            espacios en el sentido de la historia, sino más bien el efecto 
            que sugieren hoy, la anterioridad misma en todo su estar allí 
            frente al espectador, frente al que puede sentir, mirar y oler esas 
            paredes. Se trata de un anterior relacionado al concepto de lugar, 
            el lugar mismo allí donde por lo aural y en la exploración 
            de esas dimensiones aurales, las obras hablan de una universalidad, 
            obras que hablan de un no-lugar del lugar, lo cual es propiamente 
            –ese no-lugar del lugar- lo que hace lugar, el no-lugar o la 
            utopía del in situ. 
          
            Ello relaciona la obra de Luis, a nivel estético, tanto con 
            artistas del este socialista, como con artistas nórdicos y 
            algunos alemanes, artistas en relación a los cuales cuando 
            el espectador llega a las obras lo hace como a una anterioridad del 
            lugar al que va, ese lugar literal que la obra restituye. Lo impresente 
            no es obviamente entonces lo ausente en Luis Gómez, sino el 
            aural de la imagen, lo que encuentra lo desmaterializado en ese material, 
            aquello que llama la atención sobre la forma de la presencia 
            de ese material. Las distinciones ante un aural no benjaminiano y 
            uno benjaminiano son de importancia en este sentido, pues establecen 
            diferencias entre lo aural y lo aural, el aural Benjaminiano, como 
            decía antes, se refiere a un inmaterial en ese material, siempre 
            en relación a un material. 
          
            Para concluir este ensayo haré referencia a lo que podemos 
            definir como autonomía del boceto en algunas obras de Luis 
            Gómez. Digamos que en el boceto encontramos también 
            bastante de lo que ocurre a las obras de Luis Gómez, dibujo 
            e instalaciones en sus relaciones de forma y espacio, así como 
            los que ocurren a espacio, forma y objeto en, con y a través 
            de los conceptos en las obras de Luis Gómez. Mas allá 
            del boceto en su relación con el anteproyecto –las dos 
            formas generales de lo anteproyectado en el boceto, lo que sería 
            realizado y el cómo sería realizado-, la idea de boceto 
            deviene en sus obras en autonomía de lo bocetado. Si llamamos 
            objetil a esa dimensión objetual de la forma en la que esta 
            se torna objetualidad sin devenir objeto, sin formar objeto, sin incluso 
            ser propiamente un objeto, podríamos llamar bocetil a ese boceto 
            que no concluye, que no cierra como boceto o en el boceto, que no 
            es propiamente un boceto. Dado que tampoco anticipa algo que será, 
            el concepto de bocetil podría referirse a una pregunta sobre 
            el faltar a su lugar, que traería a la definición el 
            concepto mismo de boceto, no es un boceto de algo, pero concluye como 
            lo bocetado, pero en lo bocetado. 
          
            Esta autonomía en lo bocetado no pasa, sin embargo, por la 
            relación “devenir arte”, ni en la forma del remedo 
            –cabría preguntarse en la pregunta sobre ese faltar a 
            su lugar si lo concluido en lo bocetado, en el boceto concluido no 
            como boceto, no se trataría de una forma peculiar del remedo 
            –el remedo como una forma que devino figura discursiva en no 
            pocos artistas-, el pastiche, el ready made, entendiendo aquí 
            ready made tanto en el sentido lingüístico, la problemática 
            que conecta en el nombrar la movida a través del objeto que 
            inicia Dada con el conceptualismo nominalista, como en el sentido 
            semiótico, la problemática que conecta en la semántica 
            una terapéutica artística del objeto –Beuys- y 
            los problemas que discute Jameson en la movida que relacionó 
            arte matérico, collage y Pop. 
          
            En las obras de Luis lo bocetado remite a la experiencia corporal, 
            son obras que hablan del cuerpo y del espacio pues lo bocetado ya 
            no se refiere a una primera forma de lo que será sino que remite 
            a la inmediatez del cuerpo. Son ejemplares en este sentido diversas 
            muestras que el artista ha presentado las cuales consisten en exponer 
            montados como obras, en su mayoría dibujos y bocetos de instalaciones, 
            muestras y obras algunas de ellas nunca realizadas y presentadas, 
            otras que fueron el croquis de muestras que posteriormente al ser 
            presentadas variaron, pero que el artista quiso conservar los bocetos 
            como arte en sí mismos. En algunos de estos dibujos aparece 
            el gráfico de la galería y están presentes los 
            planos de una muestra con las medidas de tales o cuales materiales, 
            las formas cómo estarían colocadas las piezas, indicaciones 
            de las medidas de estas, listas de materiales, títulos, comentarios, 
            etc.