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Después de la Etnometodología
por Abdel Hernández San Juan
10- Atavismos de la Imagen: Cirenaica Moreira.
La obra fotográfica de la artista plástico cubana Cirenaica
Moreira es una respuesta original a las nuevas relaciones entre fotografía
y performance cuando la primera, deviene en sí misma la obra
como finalidad artística y estética. No se trata, de
fotografías que denotan descriptivamente performances previamente
presentados. No son obras que sustraídas de su presencia por
los efectos de su utilidad documental, están ante el espectador
como la forma que este tiene de visualizar algo que en otra forma
no habría visualizado, tampoco es la fotografía como
medio que tiene la artista para reconstruir, sino de obras que son
desde el principio creadas como fotográficas, la propuesta
fotográfica en sí es la obra y la obra misma consiste
en esa propuesta fotográfica.
En Cirenaica la obra fotográfica deviene en un objeto fotográfico,
ella es en sí ese objeto a nivel semiótico, independientemente
de que esté presentada o no como objeto en sentido literal.
Todo lo que de sí es presentado y representado refiere a esa
realidad tangible y física de la fotografía como objeto
presente. Sin embargo, lo peculiar en Cirenaica no está dado
sólo por este devenir objeto en su carácter de obra
en sí—algo que ya tenemos en otras fotógrafas
y fotógrafos cubanos--, sino en el hecho de que esta relación
que se da para ella misma, crear una imagen que es a la vez obra fotográfica
y fotografía de sí misma, deviene objeto de exploración,
deviene, de hecho, aquello que impulsa su búsqueda, lo que
crea los territorios de exploración que sus obras proponen.
Hay en la obra de Cirenaica una investigación sobre la metafísica
del efecto, el lenguaje y los mecanismos de la fotografía como
lenguaje.
A continuación analizaré lo que considero es el problema
de su obra, la reflexión fotográfica acerca del proceso
a la vez autoreflexivo y reflexivo y, en segundo término, la
fotografía misma como lenguaje, sus efectos y mecanismos. La
obra fotográfica de Cirenaica discierne una relación
entre el fenómeno fotográfico y el cuerpo, no sólo
porque visualmente trata la imagen del cuerpo como si fuera una ilusión
de la cámara y no del fotógrafo, sino porque la imagen
misma del cuerpo se transforma en una alegoría sobre la fotografía.
Este tipo de relación cuerpo-fotografía pudiera hacer
pensar en esas imágenes que vemos hoy día en los libros
y hasta en la televisión de la mujer árbol donde el
cuerpo de la mujer y del árbol se fusionan—de hecho recientemente
tuve una estudiante española a quien ofrecí varias conferencias
la cual me presentó esculturas que se completaban con su propio
cuerpo, especie de mujer-escultura – o escultura-mujer, pero
el trabajo fotográfico de Cirenaica –que pudiera sugerir
algo así, también, se mueve hacia otro asuntos.
Cuando digo que se trata de la imagen del cuerpo como si se tratara
de la ilusión de la cámara y no de la mirada del fotógrafo
me refiero de hecho a una cierta omisión –a nivel lenguaje-del
sujeto de la percepción o del sujeto de la mirada que usualmente
es aquel que resulta omnisciente, la idea de si es más o menos
objetiva, bien sea su mirada relativa a la posición desde la
cual mira, bien más o menos subjetiva, más o menos relativa
a su propia presencia en el espacio fotografiado, en planos generales
o en detalles de acercamiento.
La omisión del fotógrafo como el sujeto de la percepción,
no se refiere en Cirenaica únicamente a una crítica
del sujeto representacional usual a la imagen fotográfica,
sino también, como decía, al hecho de que sus imágenes
comentan—la ilusión fotográfica misma. La fascinación
por el universo de la cámara como aparato es un viejo tema.
Toda una serie de nuevas estéticas que se interesan en la memoria
de la imagen, tanto como en el mundo de la cámara, han mirado
en años recientes hacia los enigmas de la cámara como
un objeto en sí curioso, desde el coleccionismo de cámaras
antiguas, hasta su utilización como artefacto en las estéticas
de la imagen en el arte contemporáneo.
Algo de este tono avejentado de la imagen propenso a aquella fascinación
por el inventario puede percibirse en las fotografías de Cirenaica
pero no precisamente en la forma de hacer de la cámara un objeto
a ser representado o incluido como parte en la fotografía,
sino más bien por el tipo de imagen que compone en sus obras.
Si bien una pregunta acerca de esta omisión del fotógrafo
podría responderse mediante el hecho de que al ser imágenes
de ella misma lo que muchas veces aparece en las fotografías
y al ser ella misma quien hace las fotos, el sujeto de la mirada y
el sujeto de la fotografía, la obra, coinciden en uno, ella
misma como persona, sus trabajos van más allá de esto
pues las imágenes son, además, un comentario a la fotografía
misma como lenguaje.
El misterio de la imagen fotográfica no ha dejado de ser objeto
de curiosidad para infinidad de artistas, escritores, fotógrafos
y cineastas a lo largo del siglo XX, el principio de la luz y la caja
negra, de las cortinas y del osturador como aquel que cristaliza a
la imagen, en Cirenaica, sin embargo, no es tanto una estética
sobre los mecanismos físicos que forman los principios mecánicos
de la cámara en la construcción de imágenes perceptivas,
o la explicación visual del mecanismo de luz, lente, impresión,
revelado, etc., que hace posible la imagen fotográfica, sino
la imagen en sí misma. Pareciera que habla en sus trabajos
el discurso sobre la imagen.
Y ello deriva en toda una cinemática de la imagen en la que
esta es retornada a sus principios más atávicos. Se
sugiere el mundo de las estéticas de la fotografía,
pero no a través de la representación inventariada,
coleccionable o recolectable del objeto-cámara, sino de la
imagen por la imagen en sí misma. Es como si la imagen, una
vez que la cámara le mostró a la percepción cómo
se construyen los procesos perceptivos y ópticos de la imagen,
se hubiera decidido a emprender ella por sí misma su propia
aventura.
Mientras la cámara hace la historia de sí misma redundando
en explicaciones sobre su origen, recomponiéndose en partes
para mostrar a la percepción sus propios enigmas vueltos artificios
de reproducción, es hora para la imagen de emprender su propia
aventura hacia un hacer esa otra genealogía de la imagen, que
no sería ya la de la imagen de la cámara, ni la de la
imagen que la cámara da, sino la que emprendería la
imagen por sí misma, hacia sí misma sin necesidad de
la cámara de acuerdo con aquello que la cámara mostró
a la imagen sobre sí misma.
Ya se dijo bastante sobre la imagen de la cámara y sobre la
imagen según la cámara, desde ella se emprendió
todo un viaje hacia la genealogía del ojo, de la percepción,
de la representación, pero ya fue bastante para la imagen,
es hora para la imagen de emprender su propia aventura genealógica
sin necesidad de que esta otra genealogía tenga que ser también
sobre la cámara, esta es mejor una de la imagen por la imagen,
desde sí y a través de sí.
Las fotografías de Cirenaica Moreira muestran algo de esta
otra genealogía de la imagen por la imagen, ellas son, de hecho,
viñettes plásticas y sobre esa otra aventura de la imagen.
Ahora bien, este otro viaje de la imagen resulta que no conlleva tanto
hacia lo fotográfico en la imagen—sino hacia las imágenes
de un cierto atavismo según el cual estas son remitidas a su
más básico teatro.
Cirenaica Moreira inicialmente proviene de una sensibilidad teatral
y muchas de sus fotografías incluyen referencias visuales a
cosas tales como cortinas de teatro, así como a ciertas cosas
que son usuales en lo que en el mundo del teatro llaman repertorio
y utensilios. No son, sin embargo, fotografías teatrales por
el hecho de que aparezcan determinados referentes denotados, así
como tampoco debería decirse que se trata propiamente del teatro
de la imagen, si bien algo respectivo a ese funcionamiento más
atávico de la imagen, recuerda las relaciones entre lo animado
y lo inanimado, lo que tiene música y sonido, y lo que no tiene
música y sonido, lo que se mueve por un movimiento propio y
lo que se mueve según un movimiento que le es suministrado
por un movimiento otro.
Cabría preguntarse si acaso en esta otra genealogía
de la imagen, en este darle la espalda a la cámara que, sin
embargo, está allí pues no le queda otro remedio que
remitirse a ella, las fotografías de Cirenaica no serían
un poco sobre ese otro teatro que no es ya propiamente el del teatro
de la imagen, sino más bien el de las relaciones entre el mundo
mecánico y el mundo automático, entre el mundo visible
y el mundo sensible, entre el mundo natural y el mundo artificial,
entre el mundo de la realidad y el mundo de la imaginación.
Habría acaso un principio según el cual la imagen y
la imaginación se relacionarían más?.
Las dos palabras provienen de la misma etimología, imagen,
imaginación, imaginal. No es, sin embargo, una fotografía
propiamente imaginal, sino antes bien sobre la relación entre
el principio natural de percepción y el principio artificial
de percepción, y sobre uno en el otro. Este tipo de cosas,
los problemas que ha planteado la relación entre el principio
natural en el artificial y el natural en el artificial, ha hecho pensar
en la problemática relativamente reciente sobre la inteligencia
artificial.
Pero el tema de la inteligencia artificial, sin dudas relacionado
a este asunto al que me refería antes sobre el otro autómata,
el automatismo resultante de la relación entre un movimiento
propio y un movimiento según el movimiento otro que le provee
la automaticidad al movimiento uno, es tema para un ensayo específicamente
enfocado en ello. No estoy hablando aquí sobre inteligencia,
sino sobre imagen. Las imágenes que conforman las obras de
Cirenaica Moreira parecen orientarse más hacia la problemática
ritual, la ritualidad del cuerpo, los ritos del cuerpo femenino. Lo
hacen, sin embargo, mediante referencias plásticas en las que
aparecen ambas cosas, el cuerpo en sus posiciones y situaciones más
naturales, incluyendo la desnudez y la relación entre las formas
y morfologías naturales y aquellas otras, artificiales, sujetas
a mecanismos, sujetas a principios automáticos, entre lo dúctil
y lo rígido.
Un ejemplo de ese tipo de piezas que en sus exhilarancias imaginativas
podrían parecer como viñettes evocativas—pienso
que ciertamente en algunas de sus imágenes estamos en presencia
más de la evocación que propiamente del símbolo—no
podríamos significar ningún elemento según principios
iconológicos o canonizados pues se trata por lo general de
referencias cotidianas, una palangana, un cepillo de peinar, su propio
rostro, sus senos, fragmentos a elementos de la vida de todos los
días—en su muestra presentada en la Galería Maggy
en Austin.
La muestra a que hago referencias—la galería de arte
Maggy es una privada dedicada a arte cubano desde hace más
de una década dirigida por una galerista anglo Maggy quien
además de una fundación que envía medicinas a
Cuba tiene una suerte de casa de la cultura cubana y esta galería
especializada—estuvo integrada por una serie de fotografías
–en realidad hermosas—que son el mejor ejemplo de lo que
he discutido antes.
Podría pensarse que las relaciones entre imágenes de
elementos naturales e imágenes de elementos mecánicos
y automáticos remite a una crítica, pero no hay más
que observar la sensibilidad y la espiritualidad de estas imágenes
para percatarse de que es más el asunto sobre la imagen a que
he aludido. Hay algo que sugiere en estas imágenes de Cirenaica
al universo de la belleza femenina, así como también
hay feminidad y se trata de fotografías sensuales, en algunos
casos sutilmente eróticas, pero los problemas de la imagen,
la percepción, la representación y el ritual a que me
refería antes son los dominantes en su búsqueda.
Por momentos su propia imagen, una veces en cuerpo entero, otras en
fragmentos al rostro o determinadas partes del cuerpo, aluden a esta
idea de un todo a la vez natural—ritual, pero también
mecánico y automático, el universo de las casitas de
música que les aprietas un botón y al ritmo de una musiquita
sale primero por la puerta la dama con su vestuario de época,
recién habiendo horneado el pan, luego entra y sale el hombre,
el caballero, luego de haber puesto la leña en la chimenea.
De la casita de aventuras que le tocas un botón y salen los
personajes montados sobre caballos, mientras estos entran y entonces
sale por la ventana de arriba la princesa, mecanismos animados sujetos
a insólitos dinamismos donde los movimientos acompañados
por la música se corresponden con un determinado ciclo que
a la vez de ser el ciclo que marca la sucesión es el ciclo
que marca la repetición el cual a su vez es el ciclo que marca
el día y la noche, las actividades aludidas que los personajes
realizan, mecanismos básicos además que en las relaciones
movimiento, sonido, imagen, remiten en algo a los principios de las
relaciones entre la literatura y la imagen, se cuenta un sencillo
cuento sin palabras. Si bien las imágenes de Cirenaica no hacen
alusión directa a este tipo de ejemplos, el tipo de cosas que
sus fotografías representan en las relaciones entre su cuerpo
y los elementos que la acompañan están alusivamente
ordenados y relacionados evocando este tipo de imaginación
donde pareciera que si se quita el peine entonces el agua de la palangana
se vira y si se vira el agua de la palangana entonces ella se baña.
Pero solamente aludido en imágenes fijas, poéticas,
evocadoras. Y es que probablemente todo esto se relaciona también
con el asunto de la autorepresentación de la belleza. Hay algo
de toda esta estética en las obras de Cirenaica. No es propiamente,
por su relación al teatro, y el tipo de estética aludida,
un sesgo estilístico al teatro Moliere, si bien fascinantes
actualizaciones contemporáneas de la estética Moliere
sugieren algo a esa estética, pero se trata en general de una
imagineria hayable en la recreación de cuentos infantiles desde
el rey Arturo, hasta otros tantos de aventuras, imaginerias presentes
también en el renacimiento y a lo largo del mundo clásico
hasta el presente incluso en las estéticas de los libros infantiles
animados en tres dimensiones de papel y cartón donde las cosas
pueden ser movidas según ciertos fragmentos de narrativas a
contextos, tampoco es la estética Shakespiere, si bien –sin
ningún tipo de referencia—algo del tipo de efectos alusivos
a mundos tan imaginativos como soñados despiertos, decía,
se percibe en sus imágenes viñettes.
. Las imágenes de Cirenaica parecen como eso que hemos llamado
figuras aladas, donde lo imaginativo y lo real cotidiano, lo natural
y lo artificial, lo corporal y lo poético, evocan un mundo
de fantasía que no se refiere a la fantasía entendida
como algo irreal o fantasioso, sino como algo alado en la imagen,
por usar esta expresión que tan bien reúne ambos aspectos,
el aspecto sensible y ritual, tanto como el aspecto imaginativo y
poético.