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Digital Cultures Lab Research

These pages will display research outcomes and ongoing investigations inspired by the 2005 international DIGITAL CULTURES LAB in DANCE TECHNOLOGIES. Click on the number sequence at the bottom.

The workshop outcomes and commentaries are organized in the same sequential manner as the various research workshops and paths created at the Digital Cultures Laboratory. These workshops and paths, with reference bibliographies and 'libraries,' can be found under our main headers:

S T R U C T U R E . O F . W O R K S H O P S

R E F E R E N C E S

R E S E A R C H . L I B R A R Y

 

El Presentacional Lingüístico

por Abdel Hernández San Juan

 

 

Part 1 Part 2 Part 3

El Intersticio


En su modo de presentarse el intersticio sugiere en principio otra forma del darse, otro modo de lo que en la línea que ofrece un cierto recorrido, que describe un cierto intervalo, el desde esto hacia aquello otro, en su por donde, parece describir el movimiento otro que podría efectuar, disímil ante el movimiento uno, su deambular, su merodeo, la sinuosidad que esa línea describe. No parece, sin embargo, el recorrido de la línea, estar sugerida por lo que, según una relación de alcance o correspondencia entre este punto y aquel otro, sería su por aquí definido según la relación entre lo posible y lo probable, entre lo que sabemos sobre cómo la línea circunda, conocimiento que se ofrece de acuerdo con la imagen del todo que suministra el plano, y las probabilidades que anticipamos e intuimos como sus opciones. Si es un intersticio, describe otro merodeo, otro modo en que transcurre. En el intersticio decimos que ha tomado por otro lugar, ese intersticial, parece siempre, sin embargo, definirse respecto a los preceptos que podríamos suponerle.


Decimos, es intersticial, porque según anticipamos los merodeos que describirían sus movimientos, cualesquiera puntos, conceptos en la filosofía, formas en la estética, palabras en la frase, objetos en el espacio, toma otra sinuosidad. Si suponíamos un modo en que respecto a un tema deberían ser despejadas sus variables, el intersticio ofrecerá formas que tomarán otro lugar, pero lo hará, a diferencia de una total y absoluta novedad, intersticialmente, no sobre el fondo de la nada. En su relación a algo que le viene dado, una relación intersticial entre elementos será ella también novedosa, pero como forma del intersticio, en forma disímil.


Cómo es pues, así, si lo hace con elementos dados, que es posible el intersticio en general, que le ofrece a este el nutriente constante que le permite darse y volver a darse una y otra vez en forma inagotable, si su interticialidad es una forma otra del merodeo, un deambular otro, otra sinuosidad, en una conversación entre hablantes, o cuando vemos una obra de arte y decimos su estética es intersticial, o en el tomar literal por el espacio, cuando vamos al rio y decimos, según ciertas irregularidades de las formas, tomamos un camino intersticial, un camino otro que no estaba trazado y que en su propia intersticialidad resulta nuevo, que a la vez se desgaja, pero sobre todo que se da. Si lo hace entre este y aquel punto, este y aquel elemento, este y aquel concepto, cómo es posible ese nutriente infinito que una y otra vez en forma inagotable suple una nueva forma del intersticio e intersticial ella misma.?


Una primera forma de dar lenguaje, asir este asunto, principia en la impredecibilidad de lo que no ha sido trazado. La intersticialidad se presenta así como lo opuesto al trazo. Una vez trazado el trazo será siempre no sólo el trazar de una forma sobre un plano sino que quedará el mismo fenoménicamente como el trazo de esa forma, es decir, el trazo quedará supeditado siempre a esa forma de la cual y respecto a la cual es un trazo, su trazo. En su defecto, la intersticialidad nunca se corresponderá a aquella forma o elemento que le sería respectiva, nunca será la expresión fenoménica de aquella. Será intersticial, de hecho, precisamente, porque se irá siendo y se irá respectando desde si misma en la misma forma en que va dejando de serle a respectividades ante las cuales no guardará sino toda vez, una relación siempre ella misma, como dice la palabra, intersticial.


El intersticio anticipa así en su darse, en su modo de ir por, de moverse entre y en torno, la idea de algo que respecta, pero siempre desde si mismo, en su propio modo de proveerse los elementos para irse siendo e irse respectando dejando siempre de irle siendo o correspondiendo a esas respectividades en un modo otro que a su través, como una forma siempre intersticial una y otra vez en torno a sus respectividades incluso. En la medida en que va dejando de serles para dárseles en formas una vez y otra de nuevo intersticiales, va el intersticio mismo generando y desplegando su campo, uno que está entre, un modo de estar entre, sin embargo, peculiar, único, intersticial el mismo.
La palabra intersticial incluye en modo inclusivo a su etimología, algo que usualmente entendemos como un sufijo, el inter. Será acaso que el efecto de intersticialidad correspondería a una forma del inter?. Indudablemente una intersticialidad se presenta y se hace presencia siempre ella misma precisamente cuando entre las tres formas de los sentidos, física, respectiva a los cuerpos en el plano y los espacios, sensorial, respectiva a las traducciones de los sentidos corporales y significante, respectiva a las formas en que el sentido participa y aporta un movimiento a los significados; se interrelacionan. Esta interrelación, sin embargo, no puede ella misma quedarse remitida en ninguno de los tres puntos como si en alguno de ellos se iniciará y se agotará. En cierto modo si es intersticial lo es precisamente porque se mantiene siempre en el espacio de esa interrelación.


Esa interrelación, por supuesto, no podríamos definirla per se según un concepto de relación externo o desprovisto de especificidad en tanto la insterticialidad en si misma, correspondiente siempre a algún elemento que por si mismo definimos intersticial, una forma, un plano, una línea, una imagen, una atmósfera, visual, ambiental, musical, ofrecería ella misma un modo si se quiere único, suigeneris de moverse entre esos tres momentos. Se trata así de un campo, en las artes plásticas, las artes, el lenguaje a nivel más amplio, el cual viene el mismo dándose en tanto el intersticio mismo le presenta, es decir, que viene con él, que se da en él y con él mismo, que se despliega como lo intersticial en si mismo en toda su extensión.
Cuando tenemos ante nosotros un plano vacío, cualquiera que este sea, la idea misma de crear en él por primera vez una serie de formas, líneas, elementos, sea este bidimensional, o hablemos de un espacio en el que debemos disponer elementos, o simplemente cuando en la producción y creación de sentidos comenzamos a hablar a un interlocutor, en la escritura o en el habla, en el extraer a un instrumento musical una pieza nueva, etc., la idea de un espacio potencial se va presentando como campo en el movimiento mismo de efectuación que está supuesto en la forma que va surgiendo. En su antípoda el concepto de trazo, sea respecto a lo trazado, previamente dado, o respecto al darse del trazo, lo que está por ser trazado, supone una forma otra respecto a la cual el trazo sería su trazo, el trazo respecto a y de esa forma. Si esta trazado, en su más esplendida libertad, en lo que incluso llamamos el trazo libre, improvisado, una vez trazado la forma que este describe supone la fijación de una delimitación dada, incluso allí donde en su propia espontaneidad el trazo resulte el mismo sugerente, su sugerencia no habrá sido más que el haberse fijado, es decir, el trazo de esa forma trazada, lo que correspondería así al sujeto de ese trazo, el que traza, no podrá sino siempre remitirse una vez trazado, a aquella forma de la cual y respecto a la cual es un trazo.


En el intersticio, sin embargo, el campo anticipado en la forma que se va dando y el potencial de sugerencia, sugerido por esa forma intersticial resultará el mismo siempre intersticial respecto a si mismo, insinuado. De un lado, si es intersticial, lo va siendo en relación a lo que respecta, lo que respecta en los dos modos de lo respectivo, aquello a lo que es respectivo, como el trazo a la forma, el intersticio al sentido, aunque este no fuere sino en el caso de las formas, el sentido de las formas, y respectivo a su respectividad, aquello respecto a lo cual respecta, su respecto a. El intersticio puede así trabajar el mismo desde y con las formas, pero el mismo nunca se corresponderá a estas, es decir, no habrá sido aquello intersticial por si mismo una inmanencia de la forma, en esa obra plástica o ese lenguaje, sino antes bien relacionado al sentido que percibimos en esa forma, ese plano, ese color, ese material, ese lenguaje.


El intersticio no es el mismo una inmanencia de la forma, o un modo de manifestación de la forma, trabaja con las formas y puede en tanto su campo potencial de sugerencias, anticipado en su potencial, o sugerido en su efectuación, ofrecer, disponer e incluso ofrecerse a si mismo como el espacio en que esas formas tomarán o habrán alcanzado un modo intersticial, una cierta intersticialidad, pero el intersticio en si mismo no se corresponderá nunca a la identidad de las formas. Si es intersticial se experimenta en la anticipación, el merodeo que describe en su darse como línea trae implícito siempre la anticipación de un plano potencial sugerido, si se quiere seria mejor decir insinuado en la intersticialidad misma que esa línea va describiendo.


Si la intersticialidad subraya en aquello que es intersticial una relación de sentido, como decía antes, tenemos que el concepto mismo de lo intersticial, de inmenso potencial para la génesis de los conceptos en la filosofía, como en forma amplia para cualquier forma de la filosofía de las formas, la teoría del campo, el arte y la estética, lo hace llevándose consigo en su propia nomenclatura, en su potencial de significados nuevos y relacionales, las tres formas que le conocemos al sentido y la relación entre estas tres formas. De un lado, todo lo que respecta a la relación del sentido con el movimiento direccional, es decir, la dirección que toman los cuerpos y los elementos; bien sea que estemos hablando de elementos bidimensionales sobre un plano, o de estos en el espacio. Si bien tenemos que decir que esta primera acepción del intersticio en su relación al sentido no es aquella de la que más usualmente uno se vale en el filosofar teórico, en tanto la metafísica filosófica supone precisamente un meta nivel que se despega ante la física, meta/física, trabajamos con estas imágenes de sentido que sugieren sentidos físicos en formas si se quiere metafóricas, analógicas, valiéndose uno de sus posibilidades de sugerencia para los conceptos teóricos, algo que podríamos entender como los modos en que las imágenes del mundo físico pueden ofrecer campos de sugerencia a las categorías filosóficas del campo filosófico.


De hecho, en su referencia al mundo físico, la conceptualidad del intersticio encuentra ricas y amplias posibilidades de sentido como imágenes para el filosofar. Si es intersticial en el plano o lo es en el espacio, bien sea que hablemos de una imagen, una figura geométrica, una línea o bien que refiramos un recorrido, la pregunta en que forma es intersticial?, que le ofrece esa intersticialidad?, ofrece un rico campo de experimentaciones para la filosofía de las formas, la teoría del campo y la estética. Por otro lado, las otras dos acepciones del concepto de sentido resultan tanto o más productivas en lo que respecta a su relación con el intersticio, estas son, de un lado, las relaciones de sentido relacionadas al mundo sensorial, es decir, al mundo inmediato de los sentidos, de los cinco sentidos, la vista, el tacto, la audición, el olor y el paladar.


De un lado, sabemos que todos nuestros conceptos e imágenes, bien sean estos teóricos o estéticos, son en si mismos elaboraciones que provienen del mundo de los sentidos; los conceptos no son sino elaboraciones sintéticas de percepciones y abstracciones provenientes de los sentidos y de sus relaciones. Toda elaboración intelectual abstracta no es sino una forma abstraída del universo de los sentidos. Lo fascinante aquí, de hecho, es que el concepto de intersticio es el único entre todos los demás existentes que se relaciona, se limita, se restringe, y se circunscribe en su campo a estas tres acepciones del sentido. Toda forma que resulte ante nosotros intersticial lo será precisamente por el modo en que en esta están desarrolladas las relaciones de sentido. Una intersticialidad no es sino así una forma que adquiere el universo de los sentidos en una imagen, una pintura, una forma, bidimensional o una tridimensional, bien sea que resulte intersticial respecto al sentido direccional de los cuerpos en el plano, bien respecto a cómo están relacionados en esa forma los sentidos provenientes de los cinco sentidos. Su relación como imagen a una impresión perceptiva de tactilidad, si es dúctil o laxo, si es terso o flexible, si es texturado y accidentado o espeso y consistente, si es poroso o cremoso, en tantas imágenes posibles, también puede serlo en la forma o la imagen intersticial respecto a la vista, si es intenso o difuso, contorneado o difuminado, recortado sobre un fondo o fusionado en este, llamativo o lateral, colorido o apagado, así como respecto a los sonidos y sus articulaciones, el timbre, la armonía, la melodía, el ritmo.


Finalmente la tercera forma del concepto de sentido también resulta de inmediata relevancia para el campo que está supuesto en lo que definimos como intersticial, me refiero aquí a nuestra inmediata traducción desde el mundo físico y sensorial de los sentidos hacia el mundo de la relación entre los sentidos y los significados donde los primeros comienzan a participar en la forma y la dirección de los segundos. De ahí cuando preguntamos si esta o aquella expresión hace sentido y qué sentido hace, cuáles son los sentidos que aporta o sobreentiende, sugiere o genera.


Cuando decimos es intersticial estamos diciendo que hemos visto en esa imagen, esa forma o ese concepto su relación inmediata a las tres formas de los sentidos antes discutidas. Es propiamente intersticial, de hecho, y no otra cosa, cuando lo que le ofrece su peculiaridad, lo que le da su carácter y modo ha sido precisamente el hecho de que esa forma, esa imagen o ese concepto están hechos ellos mismos de relaciones entre estas tres formas del sentido; sus interrelaciones. Ningún otro concepto existente, ni etimológicamente desde la antigua Grecia o las etimologías grecolatinas, se refiere con más precisión y en un modo más nítido, a las interrelaciones entre las tres formas del sentido, que el concepto de intersticialidad. Ningún otro concepto que el de intersticio será el mismo más una expresión de la imbricación de estos tres modos del sentido. Sin embargo, llama a nuestra atención el hecho de que la intersticialidad, en una tela, un dibujo sobre papel, un ensayo, en una conversación entre hablantes, una forma de la estética, en la belleza de un ambiente o la relación entre una serie de formas, parezca una forma en la cual esas relaciones de sentido físicas, sensoriales y significantes encontrarían un modo otro de relacionarse intersticial el mismo.


El momento físico ofrece siempre a esa forma, elemento o imagen, el modo específico de su acaecer o, para ser más precisos, el modo de su relación a una idea de naturaleza, de una naturaleza que en el intersticio le sería siempre acaecida aunque este acaecimiento no le viniere en otra forma que en el presentarse la intersticialidad misma en esa forma o elemento. Remitirá una y otra vez siempre este momento a esa parte, aspecto o momento que en esa forma intersticial evocaría su relación a un mundo natural de cuerpos y ambientes, figuras y fondos, líneas y planos, cuerpos y movimientos, fisicalidad que estaría relacionada a los modos en que las imágenes del mundo espacial pueden participar en nuestras relaciones de sentido en el momento de asir la insterticialidad de esa forma. El momento físico, sin embargo, nunca podría presentarse sólo o aislado por si mismo, sino que sería siempre, según la forma intersticial, remitido desde e intersticialmente impregnado en relaciones de sentido que supondrán desde el principio una relación a la vez compleja y rica de los otros dos momentos del sentido, los sensoriales y los significantes, por ejemplo.


Tendría así que ser siempre la intersticialidad una forma específica que en si misma supondría una relación elaborada entre los cinco sentidos y sus traducciones. El intersticial de hecho no supone sino por si mismo el haberse dado de una relación de sentido altamente rica. En su movimiento entre, en su modo del inter, el intersticio parece querer eludir, sin embargo, cualesquiera respectividades manteniendo una relación, como la palabra misma lo dice, intersticial, es decir, que se relaciona a esa respectividad, pero siempre en tanto deja de serle o de corresponderle enteramente para sugerir otro modo, para iniciar en el movimiento supuesto a esa respectividad, la posibilidad de un intersticial, es decir, el movimiento otro según el cual irá dejando de serle para irse siendo en la interrelación misma, y para irse e irles respectando, a esas respectividades, una interrelación la cual, por lo demás, es ella misma una intersticialidad y, por lo mismo, trasciende la idea de la interrelación como simplemente una relación entre, aunque la suponga. Y este concepto según el cual la intersticialidad supondría la forma de un irse respectando en el movimiento de un dejar de corresponderse a la idea de una respectividad, es decir, en el modo de su propio irse siendo y respectándose, dejando de serle y respectarle a la idea de un correspondiente respectivo, no es sino aquella por medio de la cual podemos a la vez relacionar y diferenciar los conceptos de intersticio y novedad.


Indudablemente también en la novedad tenemos expresiones de esta forma otra según la cual lo novedoso pareciera eludir todos los aspectos dados de sus respectivos y correspondientes. Como decía en el inicio de este ensayo, la intersticialidad, como la novedad, según las formas y elementos en que se presenta, puede resultar ella misma novedosa y lo es usualmente, novedosa, innovadora, sólo que lo será en otro modo.

Lo Ïntangible


Lo intangible es lo estético, esta es la aseveración que voy a proponer en este ensayo. Que otra forma que no sea la estética podríamos adjudicar a la intangibilidad?. La idea de un valor espiritual?. Y no sería este precisamente, en su momento de intangibilidad, una forma de la estética?. Cierto es que la estética puede en un momento dado resultar en algo tangible. La belleza de un árbol, una obra de arte o una mujer, así lo suscita, sin embargo, sería otra cosa que la expresión de un intangible de lo tangible, como cuando decimos es algo que no tiene precio?, como puede algo intangible equivaler a tanto tangible?. A que corresponderá esa intangibilidad?. De hecho, una primera forma de entender la relación entre la estética y lo intangible es esa que definimos cuando decimos es intangible porque su valor no es tangible, esto tiene un valor, pero su valor no es tangible. En una actividad cotidiana entre personas—como ante una obra de arte—puede haber estética, tiempo para contemplar lo que te dicen y cómo te lo dicen, para percibir la forma y contemplarla.


Ese tiempo de contemplación puede serlo hacia las imágenes que vez frente tuyo, cuando haces el tiempo para contemplar visualmente la forma en que te lo dicen, su belleza formal, puede serlo hacia lo que te dicen, no ya la imagen visual, sino el contenido de lo dicho, pero si hay estética hacia este es porque percibes el tiempo en lo que se te está diciendo, es decir, percibes no sólo lo dicho, sino el decir, y puede resultarte estético, contemplar su propia belleza, la cual puede resultarte bien sea de la estética o de la ética. Así para que la ética sea estética debe entrar a formar parte de ese tiempo en que la intangibilidad de la estética, permite la contemplación de la belleza del cómo. O puede resultar de la simple contemplación de si mismos y la actividad que realizan en tanto perciben el transcurso del tiempo en ella, se ven a sí mismos ante el trancurso del tiempo. Si remito a una actividad cotidiana, no es sino para objetar la idea de que la relación entre la estética y el tiempo se refiere al hecho—usual a ciertas ideologías sobre el arte—de que, claro, la estética se da en el arte donde siempre tienen tiempo, porque se pasan el tiempo perdiendo el tiempo en cosas intangibles. Así para objetar y a la vez mostrar que en la más simple actividad cotidiana—en el amor de pareja, en la relación con los hijos, en la actividad de trabajo, si hay estética es porque hay tiempo para contemplar el cómo, para contemplar el decir en lo dicho, para estar presentes, además.


Pero lo mismo sucede ante una obra de arte, una música clásica que escuchamos, un concierto, una obra de pintura que vemos colocada en la pared, una mujer muy bella, si resulta estética es porque vuelve a ser intangible, aunque lo haya sido en un momento dado, aunque lo sea en si misma como fenómeno tangible. Por eso el concepto de lo intangible no deja de remitir también a la relación con lo económico. Indudablemente solo la estética parece ser entendida desde la economía como una forma remitida a una cierta intangibilidad, a otro tipo de mercado, por lo mismo, que entendemos así como un mercado suntuario y simbólico. No sólo es que hay estética en la economía y las relaciones de oferta y demanda, sino que incluso la economía misma es una actividad que supone la economía de lo tangible y lo intangible.
El concepto de economía tiene, en una de sus antípodas acepciones, una relación con el economizar, y a esta relación con lo que se economiza se le ve usualmente relacionada como lo opuesto del tiempo que requerimos para la percepción y la contemplación estética. Pero la economía no puede evitar a la estética, incluso en la economía del lenguaje y el texto, en la economía más económica, esta debe ser nuevamente una y otra vez de nuevo relacionada a un excedente, y ese excedente vuelve a ser una y otra vez estético e intangible.
Sin estética no habría así economía. Veámosles si se quiere en la publicidad donde se hace más notable. Un anuncio publicitario, bien se desarrolle en el cuerpo del mismo producto, su embace, su recubrimiento, su etiqueta, o bien se desarrolle en la forma de publicidades estandarizadas enfocadas en esa finalidad, el impreso reproducido y situado en diferentes espacios en la ciudad, el comercial en la televisión o la vaya publicitaria, no hace sino acentuar la sensualidad de ese cuerpo, enfatizar en él, en tanto imagen, la imagen de su producto y el producto mismo en tanto imagen, si lo es directamente para el cuerpo, una loción, una crema, si lo es para el placer y el disfrute, un alimento jugoso, para la set o para el esparcimiento, para el entretenimiento o para la creación, insistirá toda vez en la belleza de su cómo, de sus formas.


Así, mientras paradójicamente en el mercado literal se quiere que ese mismo producto sea vendido lo antes posible y a la mayor velocidad—, que sea exponencialmente intercambiado por otros productos o su equivalente en el precio, apresurado al intercambio sin el tiempo que usualmente requerimos para la contemplación estética, la publicidad querrá ofrecer una imagen anticipada del mismo según la cual se lo pueda percibir y contemplar con todo el tiempo requerido para la contemplación estética. Dado que en última instancia, cuando no se trata de un producto de exclusividad simbólica como la obra de arte, de lo que se trata es de venderlo, a esta forma en que la publicidad anticipa en la imagen el tiempo de contemplación estética de un producto que se lo quiere poner en circulación dentro del consumo a la mayor velocidad, la vemos relacionada con la exponencialidad de seducción.


Sin embargo, negarse a esta seducción sería negarse a la retorica misma según la cual el mercado mismo no podría funcionar en la competitividad de los productos, ante los consumidores y los clientes, sin la estética, no solo porque para ser consumidos estos mismos productos deben participar también en el mercado de las imágenes, que no es ya únicamente aquel otro mercado supuestamente originario, desprovisto de imágenes y supuestamente de estética, sino porque como se ha afirmado recientemente, es la actividad del consumo la que establece un criterio sobre la demanda de nuevos productos y, por lo mismo, sobre las formas que deberá tomar ese mercado estético de las imágenes. Por eso, en su relación a la estética y a la retorica, podemos decir, que la publicidad no solo seduce, la idea de la seducción suponía en un lado un producto y en el otro una estrategia de seducción, la cual le resultaba a aquel como si le fuera otra cosa, exógena, extrínseca, sino sobre todo, que encanta, suscita de hecho un mundo de sensorialidades y sensualidades el cual por si mismo quiere suministrar una imagen lo más confortable posible respecto a cómo deben sentirse los usuarios en el mundo de la imagen.


En las anticipaciones de la publicidad encontramos así claramente que la eficacia del mercado, de la economía incluso esta estrechamente relacionada a la estética, pero mas allá incluso, a la idea ella misma tambien sensual de que también en el consumo deberíamos tener el tiempo para la contemplación estética. Si contemplas como cae la salsa sobre el espagueti, o la crema sobre la piel femenina, si es más untosa y cremosa, si desliza suavemente como para saborear, etc., es la percepción de su cómo aquella que redunda en ambas cosas, su calidad y su exclusividad. Sin embargo, la imagen publicitaria, aunque acude para su exponencialidad de seducción al tiempo que requerimos para la contemplación estética de algo que, paradójicamente, se lo quiere desprender, no parece en el mismo modo que la estética de nuestros artefactos exclusivos y suntuarios de la alta cultura, relacionada a la intangibilidad.


El precio de sus productos, puede descender o aumentar, pero lo hará siempre en correspondencia a un mercado el cual, insólitamente, continuará relacionado a las relaciones de oferta y demanda. Por eso decimos que en la publicidad la contemplación estética puede quedar sumida en el aspecto puramente retorico de esa seducción. Aunque se invoca el tiempo de la contemplación estética para reparar en la belleza y sensualidad de sus productos, estos no dejan de regirse por una economía de su utilidad. Así, solo el mercado suntuario de nuestro alto arte y culturas proveído por objetos simbólicos exclusivos a los cuales se los quiere—antes que desprenderlos—acumular, coleccionar, recolectar, parece relacionarse directamente a la intangibilidad. Que seria entonces pues según esta delimitación propiamente la intangibilidad. Esta remitirá directamente a lo estético según una serie de excedentes los cuales, de un lado, nunca podrán ser agotados en el objeto mismo, en el producto, aunque el mismo le represente en su momento fetiche. De ahí la paradójica ambivalencia, se lo colecciona como un modo de sentir que se lo posee, que se posee en él, en el poseerlo mismo, todo ese intangible que, sin embargo, no sólo no está en él, sino que no puede nunca ser remitido únicamente a él. Por otro lado, remitirá a lo estético en todo lo que le diferencia ante lo utilitario y lo que se corresponda a una función inmediata y mediada por la necesidad.


Dicho esto podemos afirmar que lo estético es lo intangible toda vez que en su carácter suntuario, los valores, espirituales, relacionados al tiempo, a la memoria o a la cultura, la belleza y la exclusividad de ese producto—si remite a estéticas de tiempos que están en extinción aumentando su exclusividad, si lo hace a elementos de la sensibilidad urbana o espiritual de una determinada usanza o una determinada época, no pueda ser agotado o remitido a una utilidad y a una necesidad. Porque la utilidad y la necesidad, debemos remarcarlo, consumen el tiempo del producto y, por lo mismo, merman su intangibilidad. Si es útil es tangible y dejará por lo mismo de volver a ser intangible tantas veces como se lo vuelva a considerar.Diríamos pues así que la intangibilidad vendría a ser para la estética, lo que remitiría directamente la estética a la sensibilidad, sería el concepto a través del cual estética y sensibilidad vendrían no ya a relacionarse sino incluso a volverse inclusivos uno para el otro, ambos, sin embargo, para serse inclusivos, lo estético y lo sensible, requieren traducirse en la intangibilidad e incluso en una cierta economía de lo intangible.


Esta economía de lo intangible, paradójicamente, mientras por un lado explica la relación directa de la estética a un excedente siempre revitalizable, en su volver a resultar toda vez intangible, la intangibilidad de tanto tangible, supone, sin embargo, cierta diferencia ante y frente a esas formas que consumen lo estético en la retorica respecto a lo que usualmente entendemos como un mercado de la utilidad. Por eso debemos afirmar que la economía fidusidiaria de esta intangibilidad, remite nuestros valores y universos estéticos a otra economía. Y aunque no tenemos que ir muy lejos para encontrar esta otra economía entre nosotros, acaso la economía misma de papers académicos y ensayos como este, provistos de tantos valores intangibles no es una expresión de la misma?, o el de las obras de arte?. Cierto es que la economía relacionada a este nuestro mercado suntuario del alto arte y la alta cultura, también ha sido precisada y discutida incluso en las formas más elementales de la economía, aquellas por ejemplo a las que Malinoswky dedicaba significativas páginas en sus análisis sobre los rituales del intercambio del Kula entre los polinesios, todo un sistema de intercambio económico desarrollado como una forma de puro intercambio simbólico: Collares y Brasaletes. Malinowsky, de hecho, consagra una comparación cuando de vuelta a Europa se pregunta si acaso el Kula se diferenciare en algo con las joyas de la corona, resguardadas en ambilicados museos suntuarios.


Pero cierto es que la intangibilidad no solo remite a lo caro y lo exclusivo, sino que también puede remitir a lo altruista y lo filantrópico en tanto precisamente la intangibilidad relaciona todo aquello que no puede tener un precio y que, por lo mismo, podría ser ora gratis, ora valorado por sus significados espirituales. Conecta así, paradójicamente, los dos polos de la estética, de un lado su relación a un excedente de tiempo que se transforma en los fenómenos que llamamos estéticos, en tiempo para contemplar la belleza, en su acepción en principio natural en lo que respecta como naturaleza a la disposición misma de ese tiempo para la percepción, por otro lado, su relación a la intangibilidad que le traduce directamente en un fenómeno de valor, de valores intangibles en este caso, es decir, inconmensurables ellos mismos en tanto irructibles a tangibilidad alguna, incluido aquí, por supuesto, ese tangible que se correspondería con la idea del objeto fetiche, que entendemos como objeto reificado.


Quisiera a este respecto ofrecer algunas consideraciones respecto a la reificación. Cuando la estética no remite por si misma a una relación abierta relacionada el tiempo de contemplación, sino que es remitida a las formas de su reificación, le ocurre lo mismo que en su relación a la retorica de los bienes consumibles, se convierte en formas sociales del gusto, es decir, en estéticas a la usanza y, por lo mismo, en formas culturales de la apariencia, es decir en ideologías de la apariencia las cuales a su vez pueden devenir en preceptos dados según los cuales si así son las apariencias aceptadas en las formas estéticas reificadas entonces a de supornersele también a estas toda una forma de cultura aceptada. Lo anterior esta estrechamente relacionado al modo en que la estética funciona en el lado conservador y ortodoxo de la sociedad, el cual en si mismo puede incluir también las formas en que el conservadurismo y la ortodoxia tienden a mistificar las estéticas de la otrora vanguardia.


La innovación que no suponga ahora y aquí en el tiempo actual, deconstrucciones verdaderamente críticas, aunque estas sean críticas positivas y encaminadas al mejoramiento y el bien, precisamente hacia los mecanismos reificadores, osificadores y fetichistas de la cultura oficial, es decir, hacias las formas de su adocenamiento y canonizacion, no pueden ellas mismas ser expresiones de la vanguardia, aunque lo fueran otrora. La intangibilidad –en toda su inconmensurabilidad—viene así ella misma a transformarse no solo en aquella imagen en torno y alrededor de la cual los intangibles de la estética encuentran ellos mismos una y otra vez la posibilidad de volver a resultar intangibles de acuerdo a sucesivos procesos de intangibilizacion de las formas, sino en cierto modo también, en el espacio en torno al cual todas estas formas aspiran ellas mismas a no ser nunca clausuradas según los procesos valoricos que querrían reducirles, para manterse así en tanto procesos vivos y dinámicos.

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coordinated by Johannes Birringer

 

 

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