Lo Intangible
Abdel Hernández San Juan
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Lo Intangible
Lo intangible es lo estético, esta es la aseveración
que voy a proponer en este ensayo. Que otra forma que no sea la estética
podríamos adjudicar a la intangibilidad?. La idea de un valor
espiritual?. Y no sería este precisamente, en su momento de
intangibilidad, una forma de la estética?. Cierto es que la
estética puede en un momento dado resultar en algo tangible.
La belleza de un árbol, una obra de arte o una mujer, así
lo suscita, sin embargo, sería otra cosa que la expresión
de un intangible de lo tangible, como cuando decimos es algo que no
tiene precio?. Cómo puede algo intangible equivaler a tanto
tangible?. A qué corresponderá esa intangibilidad?.
De hecho, una primera forma de entender la relación entre la
estética y lo intangible es esa que definimos cuando decimos
es intangible porque su valor no es tangible, esto tiene un valor,
pero su valor no es tangible. En una actividad cotidiana entre personas,
como ante una obra de arte, puede haber estética, tiempo para
contemplar lo que te dicen y cómo te lo dicen, para percibir
la forma y contemplarla.
Ese tiempo de contemplación puede serlo hacia las imágenes
que vez frente tuyo, cuando haces el tiempo para contemplar visualmente
la forma en que te lo dicen, su belleza formal, puede serlo hacia
lo que te dicen, no ya la imagen visual, sino el contenido de lo dicho,
pero si hay estética hacia este es porque percibes el tiempo
en lo que se te está diciendo, es decir, percibes no sólo
lo dicho, sino el decir, y puede resultarte estético, contemplar
su propia belleza, la cual puede resultarte bien sea de la estética
o de la ética. Así para que la ética sea estética
debe entrar a formar parte de ese tiempo en que la intangibilidad
de la estética, permite la contemplación de la belleza
del cómo. O puede resultar de la simple contemplación
de si mismos y la actividad que realizan en tanto perciben el transcurso
del tiempo en ella, se ven a sí mismos ante el transcurso del
tiempo. Si remito a una actividad cotidiana, no es sino para objetar
la idea de que la relación entre la estética y el tiempo
se refiere al hecho, usual a ciertas ideologías sobre el arte,
de que, claro, la estética se da en el arte donde siempre tienen
tiempo, porque se pasan el tiempo perdiendo el tiempo en cosas intangibles.
Así para objetar y a la vez mostrar que en la más simple
actividad cotidiana, en el amor de pareja, en la relación con
los hijos, en la actividad de trabajo, si hay estética es porque
hay tiempo para contemplar el cómo, para contemplar el decir
en lo dicho, para estar presentes, además. Pero lo mismo sucede
ante una obra de arte, una música clásica que escuchamos,
un concierto, una obra de pintura que vemos colocada en la pared,
una mujer muy bella, si resulta estética es porque vuelve a
ser intangible, aunque lo haya sido en un momento dado, aunque lo
sea en si misma como fenómeno tangible. Por eso el concepto
de lo intangible no deja de remitir también a la relación
con lo económico. Indudablemente sólo la estética
parece ser entendida desde la economía como una forma remitida
a una cierta intangibilidad, a otro tipo de mercado, por lo mismo,
que entendemos así como un mercado suntuario y simbólico.
No sólo es que hay estética en la economía y
las relaciones de oferta y demanda, sino que incluso la economía
misma es una actividad que supone la economía de lo tangible
y lo intangible.
El concepto de economía tiene, en una de sus antípodas
acepciones, una relación con el economizar, y a esta relación
con lo que se economiza se le ve usualmente relacionada como lo opuesto
del tiempo que requerimos para la percepción y la contemplación
estética. Pero la economía no puede evitar a la estética,
incluso en la economía del lenguaje y el texto, en la economía
más económica, esta debe ser nuevamente una y otra vez
de nuevo relacionada a un excedente, y ese excedente vuelve a ser
una y otra vez estético e intangible.
Sin estética no habría así economía. Veámosles
si se quiere en la publicidad donde se hace más notable. Un
anuncio publicitario, bien se desarrolle en el cuerpo del mismo producto,
su embace, su recubrimiento, su etiqueta, o bien se desarrolle en
la forma de publicidades estandarizadas enfocadas en esa finalidad,
el impreso reproducido y situado en diferentes espacios en la ciudad,
el comercial en la televisión o la vaya publicitaria, no hace
sino acentuar la sensualidad de ese cuerpo, enfatizar en él,
en tanto imagen, la imagen de su producto y el producto mismo en tanto
imagen, si lo es directamente para el cuerpo, una loción, una
crema, si lo es para el placer y el disfrute, un alimento jugoso,
para la set o para el esparcimiento, para el entretenimiento o para
la creación, insistirá toda vez en la belleza de su
cómo, de sus formas.
Así, mientras paradójicamente en el mercado literal
se quiere que ese mismo producto sea vendido lo antes posible y a
la mayor velocidad, que sea exponencialmente intercambiado por otros
productos o su equivalente en el precio, apresurado al intercambio
sin el tiempo que usualmente requerimos para la contemplación
estética, la publicidad querrá ofrecer una imagen anticipada
del mismo según la cual se lo pueda percibir y contemplar con
todo el tiempo requerido para la contemplación estética.
Dado que en última instancia, cuando no se trata de un producto
de exclusividad simbólica como la obra de arte, de lo que se
trata es de venderlo, a esta forma en que la publicidad anticipa en
la imagen el tiempo de contemplación estética de un
producto que se lo quiere poner en circulación dentro del consumo
a la mayor velocidad, la vemos relacionada con la exponencialidad
de seducción.
Sin embargo, negarse a esta seducción sería negarse
a la retórica misma según la cual el mercado mismo no
podría funcionar en la competitividad de los productos, ante
los consumidores y los clientes, sin la estética, no sólo
porque para ser consumidos estos mismos productos deben participar
también en el mercado de las imágenes, que no es ya
únicamente aquel otro mercado supuestamente originario, desprovisto
de imágenes y supuestamente de estética, sino porque
como se ha afirmado recientemente, es la actividad del consumo la
que establece un criterio sobre la demanda de nuevos productos y,
por lo mismo, sobre las formas que deberá tomar ese mercado
estético de las imágenes. Por eso, en su relación
a la estética y a la retórica, podemos decir, que la
publicidad no sólo seduce, la idea de la seducción suponía
en un lado un producto y en el otro una estrategia de seducción,
la cual le resultaba a aquel como si le fuera otra cosa, exógena,
extrínseca, sino sobre todo, que encanta, suscita de hecho
un mundo de sensorialidades y sensualidades el cual por si mismo quiere
suministrar una imagen lo más confortable posible respecto
a cómo deben sentirse los usuarios en el mundo de la imagen.
En las anticipaciones de la publicidad encontramos así claramente
que la eficacia del mercado, de la economía incluso está
estrechamente relacionada a la estética, pero más allá
incluso, a la idea ella misma también sensual de que también
en el consumo deberíamos tener el tiempo para la contemplación
estética. Si contemplas cómo cae la salsa sobre el espagueti,
o la crema sobre la piel femenina, si es más untosa y cremosa,
si desliza suavemente como para saborear, etc, es la percepción
de su cómo aquella que redunda en ambas cosas, su calidad y
su exclusividad. Sin embargo, la imagen publicitaria, aunque acude
para su exponencialidad de seducción al tiempo que requerimos
para la contemplación estética de algo que, paradójicamente,
se lo quiere desprender, no parece en el mismo modo que la estética
de nuestros artefactos exclusivos y suntuarios de la alta cultura,
relacionada a la intangibilidad.
El precio de sus productos, puede descender o aumentar, pero lo hará
siempre en correspondencia a un mercado el cual, insólitamente,
continuará relacionado a las relaciones de oferta y demanda.
Por eso decimos que en la publicidad la contemplación estética
puede quedar sumida en el aspecto puramente retórico de esa
seducción. Aunque se invoca el tiempo de la contemplación
estética para reparar en la belleza y sensualidad de sus productos,
estos no dejan de regirse por una economía de su utilidad Así,
sólo el mercado suntuario de nuestro alto arte y culturas proveído
por objetos simbólicos exclusivos a los cuales se los quiere,
antes que desprenderlos, acumular, coleccionar, recolectar, parece
relacionarse directamente a la intangibilidad. Que sería entonces
pues según esta delimitación propiamente la intangibilidad.
Esta remitirá directamente a lo estético según
una serie de excedentes los cuales, de un lado, nunca podrán
ser agotados en el objeto mismo, en el producto, aunque el mismo le
represente en su momento fetiche.
De ahí la paradójica ambivalencia, se lo colecciona
como un modo de sentir que se lo posee, que se posee en él,
en el poseerlo mismo, todo ese intangible que, sin embargo, no sólo
no está en él, sino que no puede nunca ser remitido
únicamente a él. Por otro lado, remitirá a lo
estético en todo lo que le diferencia ante lo utilitario y
lo que se corresponda a una función inmediata y mediada por
la necesidad.Dicho esto podemos afirmar que lo estético es
lo intangible toda vez que en su carácter suntuario, los valores,
espirituales, relacionados al tiempo, a la memoria o a la cultura,
la belleza y la exclusividad de ese producto, si remite a estéticas
de tiempos que están en extinción aumentando su exclusividad,
si lo hace a elementos de la sensibilidad urbana o espiritual de una
determinada usanza o una determinada época, no pueda ser agotado
o remitido a una utilidad y a una necesidad.
Porque la utilidad y la necesidad, debemos remarcarlo, consumen el
tiempo del producto y, por lo mismo, merman su intangibilidad. Si
es útil es tangible y dejará por lo mismo de volver
a ser intangible tantas veces como se lo vuelva a considerar.Diríamos
pues así que la intangibilidad vendría a ser para la
estética, lo que remitiría directamente la estética
a la sensibilidad, sería el concepto a través del cual
estética y sensibilidad vendrían no ya a relacionarse
sino incluso a volverse inclusivos uno para el otro, ambos, sin embargo,
para serse inclusivos, lo estético y lo sensible, requieren
traducirse en la intangibilidad e incluso en una cierta economía
de lo intangible. Esta economía de lo intangible, paradójicamente,
mientras por un lado explica la relación directa de la estética
a un excedente siempre revitalizable, en su volver a resultar toda
vez intangible, la intangibilidad de tanto tangible, supone, sin embargo,
cierta diferencia ante y frente a esas formas que consumen lo estético
en la retórica respecto a lo que usualmente entendemos como
un mercado de la utilidad. Por eso debemos afirmar que la economía
fidusidiaria de esta intangibilidad, remite nuestros valores y universos
estéticos a otra economía.
Y aunque no tenemos que ir muy lejos para encontrar esta otra economía
entre nosotros, acaso la economía misma de papers académicos
y ensayos como este, provistos de tantos valores intangibles no es
una expresión de la misma?, o el de las obras de arte?.
Pero cierto es que la intangibilidad no sólo remite a lo caro
y lo exclusivo, sino que también puede remitir a lo altruista
y lo filantrópico en tanto precisamente la intangibilidad relaciona
todo aquello que no puede tener un precio y que, por lo mismo, podría
ser ora gratis, ora valorado por sus significados espirituales. Conecta
así, paradójicamente, los dos polos de la estética,
de un lado su relación a un excedente de tiempo que se transforma
en los fenómenos que llamamos estéticos, en tiempo para
contemplar la belleza, en su acepción en principio natural
en lo que respecta como naturaleza a la disposición misma de
ese tiempo para la percepción, por otro lado, su relación
a la intangibilidad que le traduce directamente en un fenómeno
de valor, de valores intangibles en este caso, es decir, inconmensurables
ellos mismos en tanto irreductibles a tangibilidad alguna, incluido
aquí, por supuesto, ese tangible que se correspondería
con la idea del objeto fetiche, que entendemos como objeto reificado.
Quisiera a este respecto ofrecer algunas consideraciones respecto
a la reificación. Cuando la estética no remite por si
misma a una relación abierta relacionada el tiempo de contemplación,
sino que es remitida a las formas de su reificación, le ocurre
lo mismo que en su relación a la retórica de los bienes
consumibles, se convierte en formas sociales del gusto, es decir,
en estéticas a la usanza y, por lo mismo, en formas culturales
de la apariencia, es decir en ideologías de la apariencia las
cuales a su vez pueden devenir en preceptos dados según los
cuales si así son las apariencias aceptadas en las formas estéticas
reificadas entonces a de suponérsele también a estas
toda una forma de cultura aceptada.
Lo anterior esta estrechamente relacionado al modo en que la estética
funciona en el lado conservador y ortodoxo de la sociedad, el cual
en si mismo puede incluir también las formas en que el conservadurismo
y la ortodoxia tienden a mistificar las estéticas de la otrora
vanguardia. La innovación que no suponga ahora y aquí
en el tiempo actual, deconstrucciones verdaderamente críticas,
aunque estas sean críticas positivas y encaminadas al mejoramiento
y el bien, precisamente hacia los mecanismos reificadores, osificadores
y fetichistas de la cultura oficial, es decir, hacia las formas de
su adocenamiento y canonización, no pueden ellas mismas ser
expresiones de la vanguardia, aunque lo fueran otrora.
La intangibilidad, en toda su inconmensurabilidad, viene así
ella misma a transformarse no sólo en aquella imagen en torno
y alrededor de la cual los intangibles de la estética encuentran
ellos mismos una y otra vez la posibilidad de volver a resultar intangibles
de acuerdo a sucesivos procesos de intangibilización de las
formas, sino en cierto modo también, en el espacio en torno
al cual todas estas formas aspiran ellas mismas a no ser nunca clausuradas
según los procesos valoricos que querrían reducirles,
para mantenerse así en tanto procesos vivos y dinámicos.
La Inteligencia Artificial
La primera gran movida que suscita la inteligencia artificial sobre
todo en la sociedad y cultura anglosajona en Estados Unidos según
la he vivido muchos anos, es el modo en que realidades asignativas,
otrora remitidas a espacios que suponíamos a los cuales se
iba, o de los cuales se disponía como desde una exterioridad
otra, en un lado el mundo de la vida cotidiana en su transcurrir ordinario
y domestico, en el otro realidades confinadas a sus propios tiempos
y espacios, desde los fenómenos de la cibernética, la
informativa, la computación y el internet, la cultura de servicio
en la economía de libre mercado con sus dinámicas de
consumo de acuerdo a relaciones de oferta y demanda regidas por la
competitivad de los businnes, la publicidad, el entretenimiento y
el turismo, entran a esos espacios agregándole a la realidad
de la realidad un nivel más de realidad, más real que
la realidad misma, y sin embargo, hiperrealmente abstracto.
Esta entrada de lo que estaba asignado como correspondiente a una
realidad que no por ser la misma realidad, en términos de lo
que en definitiva asertivamente entendemos como lo real, se dejaba
de percibir como provista de unas peculiaridades otras, hacia los
espacios del transcurrir ordinario, sin embargo, no tuvo lugar propiamente
en la forma de una entrada, como si pudiéramos separar a la
realidad en la realidad, para asignar a una la cualidad intrínseca
de esta, “la realidad”, y aquellas otras, “las realidades
de la computación, el ciberespacio o el internet”, “los
mercados de la venta y compra de mercancias”, “la publicidad”,
“el turismo”, los viajeros, los forasteros, o aquellas
otras, las de los sitios a que vamos desde esta “nuestra realidad”
no tan entretenida, hacia sus espacios destinados al entretenimiento,
los fines de semana, una vez al mes, en vacaciones, o aquella otra
de las altas tecnologías en el desarrollo, sino que se le presento
a la realidad misma en su propia contextura, en su mismo devenir,
en sus modos propios de relación al tiempo y al transcurrir,
en sus propios términos, podríamos decir.
No se trato pues tanto, si acaso podemos hoy o queremos, una vez que
la realidad de la realidad de nuestra realidad se ha visto dinamizada,
e hiperrealizada, en sus propios términos por las realidades
antes referidas, recordar en que modos tuvo lugar esa suscitación
inusitada, ese modo en que ya era otra cosa en ella misma, en que
lo fue siendo y en que lo fue siendo en los mismos términos,
no sólo no de una entrada, en realidad la hiperrealidad de
esta forma en que se presento más realidad a la realidad (realidad
turística a y en lo real, en sus propios términos, realidad
computacional, cibertecnologizada, e internet a y en lo real, en sus
propios términos, en su contextura, compra y venta, servicios,
mercancías, publicidad, entretenimiento), no correspondió
ni siquiera a la lógica de lo que entra o de lo que se presenta,
sin presentarse ni entrar, le fue ocurriendo a la realidad misma como
consecuencia de las altas tecnologías y el desarrollo.
En el media, en el fenómeno de la proliferación inusitada
de cientos de canales televisivos cada uno con sus propias publicidades
y programas, en entretenimientos caseros como el atari y el nintendo,
se venia percibiendo este fenómeno el cual sin embargo, no
conformo propiamente una suscitación sino hasta tanto las altas
tecnologías se tuvieron que optimizar ellas mismas, en el mercado,
cuando percibiendo que no era suficiente quedar remitidas a utensilios
para el tiempo libre, habrían de ofrecerse ellas mismas, y
en la aceleración tecnológica que suponían, presentársele
a la realidad en toda su urdimbre, en su mas minúsculos recovecos,
donde quiera que, en la fenomenología de ese transcurrir, una
tecnología avanzada puede acelerar, mejorar, optimizar, hacer
mas eficiente, y confortable una relación dada al tiempo, el
tiempo entendido aquí como tiempo literal, como cuando decimos
no tenemos tiempo y determinada tecnología acelera esa comunicación,
esa función, y el tiempo en tanto la tecnología le ofrece
ella misma una posibilidad otra de lo mismo en el tiempo, es decir,
no solo en tanto se va a ella con una idea de tiempo pensada entre
la actividad y la noción de tiempo que le suponemos, sino en
tanto la tecnología misma se ofrece como la posibilidad de
que consideremos en otro modo, que la tecnología misma suscita
y ofrece, la relación de esa actividad con el tiempo, el tiempo
en que la tecnología le ofrece al cotidiano otra urdimbre,
otro modo de relación, otra forma de desenvolvimiento, de trabajo,
textos, memorias, información, pero también de relajamiento,
descanso, esparcimiento, o de las relaciones de comunicación.
Cambian las relaciones publicas y el modo de su seguimiento. Que la
realidad de la realidad devino para todos turística cuando
caminamos por cualquier avenida de New York no es una sorpresa para
nadie, como no lo es para cualquiera que camina por San Francisco.
El que vive en New York cuando va al café de la esquina es
cada día un turista en su propia realidad y no porque lo decida
o lo escoja, sino porque la realidad misma no se presenta ni se ofrece
en otro modo que como realidad turística, un turismo sin dudas
distinto a aquel otrora asignativo, denotatorio, remitido y confinado,
en tanto no puede ser el mismo el turismo de la señora que
llega con su perrito gracioso exótica y extravagante que vemos
todos los días desayunar en un café en Manhattan, y
el señor mayor que desde temprano esta donde siempre leyendo
sus libros exactamente como si estuviera en su casa, exponiéndose
en cierto modo en sus hábitos al transeúnte, que el
turismo que entendíamos como lo enteramente exógeno,
pero los modos en que la configuración misma de los espacios
urbanos fue recibiendo, acogiendo podríamos decir al turismo
como su forma propia de ser y de transcurrir esta por supuesto muy
relacionado a la generalización de la cultura de servicios
y su optimización, de los mercados hacia todos los ordenes
de la vida cotidiana, a la profusión de las tecnologías
hacia los espacios mas minúsculos de ese fenoménico
de lo real cotidiano, a la forma en que el entretenimiento se optimizo
en los software destinándose a la ilustración, y por
las formas en que la cultura de la imagen, de la apariencia, en la
exponenciación de la competitividad por la calidad, transformó
las imágenes de lo cotidiano en imágenes cada una mostrándose
en su exponencialidad de seducción.
En un mundo en el que todo para presentarse a los demás se
ha visto antes según su imagen hasta su más extrema
perfección por la competitividad en la calidad, lo que queda
afuera cuando todo es así, no puede ser otro que un mundo turístico,
en las librerías y en las bibliotecas, en los cines y en los
revisteros, en los boulevares y en los espacios de compra, todo esta
según su imagen. La inteligencia artificial, concepto otrora
remitido a la computación y la informática, la idea
inicial de una inteligencia otra, ha venido a ser la figura en cuyo
desenvolvimiento este nuevo mundo desarrolla hoy ciudades, urbanizaciones,
arquitecturas, conglomerados, moles, servicios en los que las otrora
distinciones entre lo artificial y lo natural se han relativizado.
No parece ya, de hecho, tan significativo obtener las imágenes,
objetos, artefactos, formas de la cultura material, alimentos, bienes
para el hogar, entre otras tantas visuterias y furnitures que fueren
los realmente auténticos, los cuales por lo demás tienden
a volverse inaccesibles, suntuarios, como la posibilidad de que quienes
somos los jóvenes, en incluso otros aun mas jóvenes
que nosotros, que vivimos en esta o aquella forma, en modo new age,
new tech, ecológico, multicultural, por ejemplo, hagamos nuestros
ambientes, muebles y bienes en el hogar, según los recursos
de nuestras profesiones y carreras, honradamente, podamos disponer
las opciones de calidad en la forma y estilo de vida en que vivimos.
La profusión de lo natural y lo artificial, sin embargo, no
supone tanto la idea de que lo natural sea sobreexcedido por lo artificial
o sustituido por lo artificial sino antes bien la idea de que también
los grandes desarrollos de la inteligencia artificial han sobreexponenciado
las posibilidades de lo natural en lo artificial de las ciudades,
no se trata pues tanto de una sustitución de lo natural por
lo artificial, sino de esas formas en que lo artificial puede y esta
en condiciones de exponenciar el alcance de lo natural desenvolviendo
alternativas que solo gracias a lo artificial han podido mover lo
natural hacia espacios, dimensiones, y formas de su presencia en todas
partes a los cuales lo natural por si mismo no habría arribado.
Lo artificial en la inteligencia artificial ha venido así a
suplir un muy deseado arribo, un arribo que desde el romanticismo
la civilización esperaba y que se había quedado demasiado
tiempo esperando sin que el arribo tomare lugar. La inteligencia artificial
ha hecho este trabajo, volviendo nuestras ciudades mas deseables,
nuestro mundo circundante mas habitable y ecológico, nuestro
habitad y disfrute de la vida en nuestras grandes urbes, mas civilizado
y armónico. Infinidad de desarrollos logrados y un altísimo
alcance exponencial para el desarrollo hacia el futuro es lo que podemos
reconocerle hoy a la inteligencia artificial.
Consecuencias de la Tecnología
El devenir es nomadico en todas las formas que le conocemos a aquello
que no solo pierde su relación a un desprendimiento, sino que
incluso nunca mas vuelve a encontrar la respectividad según
una relación necesaria a cualquier conglomerado. Nomadica es
la imagen que quedo sin sujeción a totalidad alguna hace de
treinta a cuarenta anos,. Si usted observa en la computadora las imágenes
que un artista realiza, a que corresponden esas imágenes?,
si abre una revista de arte actual, percibe el tipo de imágenes
que conforman las obras, a que corresponden las mismas?, no tendrá
usted que salir en busca de un nómada, o de nómadas
los cuales se encontrarían mas allá en una superficie
otra, pregúntele a esas imágenes que son, a que corresponden,
a la memoria?, a que memoria?, a las corporales?, a las semánticas?,.
a las digitales?, la del artista como individuo?, o la del artista
en relación a su habitad?.
Una vez vuelta imagen en la seducción retórica, las
imágenes se hacen correspondientes a una invención cualquiera
resultante de la unión de signos desconectados unos de otros
con la finalidad de suscitar este o aquel encantamiento en los espectadores.
El mundo de la retórica es generativo, todo resulta en una
conjugación cualquiera de acuerdo a una seducción dada,
no importa que relaciona o relaciono a esta imagen y aquella otra.
El devenir es nomadico no solo porque lo es como devenir, sino porque
lo viene siendo de forma inusitada desde hace medio siglo. Si venia
siendo nomadico, las mutaciones ocurridas a nivel de las altas tecnologías
en el mundo desarrollado en la última década hacia el
turn del nuevo milenio, se encargaron de asegurar que en ningún
otro modo pueda el devenir ser en otra forma que no sea nomadica.
Es nomadico porque lo ha sido para la imagen, cualquier imagen, desde
que la imagen ha sido telecomunicada y mediáticamente mediada
y mediatizada por esos cientos de canales en que se transmiten al
mismo tiempo y cotidiamente. El fragmento no es mas el pedazo o la
parte desprendida de una totalidad a la cual alguna vez perteneció,
no es ya la metonimia en cuya diminuta pequeñez podemos encontrar
lo que en ella remanece como reminiscencia de que a alguna totalidad
otra, sugerida, pudo alguna vez, según unas memorias deducibles
en la materia, haber correspondido, vivimos mas allá del fragmento.
Que el devenir es nomadico no es ni un anuncio, ni un vaticinio, ni
una profecía efectuada en la forma en que otrora se asigno
una cierta fuerza premonitoria a Nostradame. No se trata ni de profecías,
ni de vaticinios, ni de adivinanzas, ni de augurios, ni de anticipaciones
visionarias, ni de videncias, ni de conjuros mágicos, ni siquiera
de una débil fuerza mesiánica como aquella que asignaba
Vattimo en sus alusiones a Benjamin. Ninguna voluntad, ni siquiera
la voluntad de poder que teorizaba Foucault en sus dos libros sobre
el poder puede incidir en esto. Tendría el poder que ejercerse
por encima de la tecnología altamente diferenciada y heterogeneizada
a niveles que no podrán nunca mas ser alcanzados por voluntad
de poder alguna.
El mundo en que vivimos, el mundo desarrollado, es un mundo tecnológicamente
eficiente y eficaz. En el todo funciona en sistemas perfectos que
son de alta tecnología, esta garantiza la eficacia de las comunicaciones,
el éxito de las empresas, el progreso, la evolución
y la prosperidad de los emprendimientos, individuales o colectivos,
para la persona individual o según formas de la agrupación
económica, empresas, compañías, clientes, redes
de clientes, releases de información, servicios, consumo, todo
esta optimizado. Para que las redes y sistemas de alta tecnología
funcionaren con esta eficiencia optima fue necesario una mutación
inusitada, y esa mutación devino en lo infinitivamente heterogeneizado
y descentrado. Las empresas tuvieron que dejar de parecerse a sus
dueños y a la voluntad de poder, de subjetividad y de territorialidad
de los mismos sobre sus productos, sus preferencias, sus intenciones,
para devenir ellas mismas en empresas de la eficiencia y la optimización,
regidas por el cliente y el servicio al cliente según un solo
slogan, calidad y nivel en el servicio al cliente.
La demanda que es la que en principio garantizaba la compra y por
lo mismo el consumo que estimula la producción, se hizo ella
misma mas significativa que la voluntad de oferta. Si es el cliente
el que rige, entonces no rige la voluntad de oferta, sino la voluntad
de consumo de acuerdo con la cual la producción comienza a
regirse por ese consumo supliéndole el servicio de calidad
y nivel que requiere, pero esto es incluso viejo.
La demanda suponía la relación entre un requerimiento
–que suponía a un sujeto dado---y un suplente, que suponía
la direccionalidad de una cierta voluntad suplementaria, o de ese
suplente, el destinarse estos o aquellos productos a esas demandas.
El mundo de la entera optimización y la eficiencia, es un mundo
sistémico de redes de alta tecnología en la que la comunicación
es homeostática, hay demanda, mientras exista consumo, lo significativo
no es si hay demanda, sino si hay consumo y las empresas deben ser
las empresas de esa eficiencia del servicio al cliente y al consumidor.
Este mundo sistémico, sin embargo, no lo es ya de acuerdo a
una idea de sistema el cual se cierra sobre si mismo en una forma
de la representación que le define desde afuera como este o
aquel sistema, ese sistema incluso ya no se autorepresenta, ni siquiera
se representa. Este mundo es uno sin sujetos y sin centros, es fluctuante
y lo mas significativo, es un mundo nomadico. A la subjetividad nomadica
corresponde una figura, ella no retiene como imagen, texto, numero,
línea, plano, superficie, como efecto, como todo, nada respecto
a sus respectividades, si provienen de la memoria corporal o la digital,
sólo sabe una cosa, tiene que funcionar diferenciándose
tanto como sea posible de lo inmediato, de lo que le resulta mas inmediato
y relacionado. Pero esta diferenciación, que no es ya aquella
otra que le conocíamos a la monada originaria, no remite a
la diferenciación una que debía efectuarse de acuerdo
a una respectividad, una correspondencia o una procedencia de la imagen,
el texto, ese signo, tendrá lugar en formas que no precisaran
sujeción alguna, es decir, habrán sido así diferenciaciones
ante cualquier cosa, casuales incluso.
De lo que se trata es de diferenciarse lo mas posible ante cualquier
cosa que se presente bien sea que se presente a la presencia, el presentarse
y el presentarle, o bien sea que se presenta en y a la competencia,
cuando hablamos de mercados, estas nociones tienen que ser diferentes
a aquellas otras que son para lo mismo, entre cientos de opciones
que ofrece el mercado, estos restaurantes con el mismo tipo de comida,
diferentes a aquellos en la forma en que son sus productos, estas
tiendas para la decoración diferentes a aquellas, estas galerías
de arte diferentes a aquellas otras, y así sucesivamente, todo,
los escritores entre si. Si lo que se presenta no esta relacionado
a una línea, una correspondencia, una respectividad o una necesidad
en lo secuente ni la pregunta misma surge en el trabajo o en el mercado,
en la venta o en la compra, en el arte o en la moda, en la publicación
o en el diseño.
Cualquier cosa que se le presenta en su inmediatez, aunque provenga
de mundos que le resulten disímiles, si se le presenta por
competencia entre las miles de opciones que para los mismos fines
disponen los consumidores, quien decide que haya sido esa la presentación
y no otra, en esa revista en que se son vecinas estas imágenes
publicitarias y no aquellas otras anunciadas de acuerdo a sujetos
distintos, este artista, aquel critico, aquellas galerías,
estas o aquellas referencias. Nadie, quien lo decide no hace ya sino
responder a correspondencias y respectividades que hace mucho tiempo
no se corresponden ellas mismas a sujeción alguna, aunque sea
en el presente que debamos afirmarlo en su irremisible nomadicidad,
en su nomadismo, no están sujetos, ni se corresponden a sujeciones
según las cuales las presencias recibirían en su torno
aquello que les habría correspondido recibir según una
noción dada de necesidad en una secuencia, o de relación
entre una forma y su fondo, un cuerpo y su entorno, porque estas publicidades
y no estas otras en este numero, porque estas y no otras galerías,
porque estos y no otros artistas.
Las revistas no son las mismas mes por mes, las galerías no
son las mismas, las obras no son las mismas, los artistas no son los
mismos según lo que presentan este ano o al ano siguiente.
Estos fenómenos no se encuentran sujetos hace mucho a ninguna
relación de correspondencia que no le hubiere llegado por sus
respectivos mas inmediatos antes y después, en lo próximo
y en lo distante, en la competencia del libre mercado. Si se le presenta
en una forma que supone los modos en que esa subjetividad ha de afirmarse
en sus monadas y productos, la subjetividad nomadica simplemente se
diferenciara de lo que se le presenta, no importando ya si aquello
ante lo que habría de diferenciarse es o habría sido
aquello ante lo que según alguna sujeción habría
tenido que diferenciarse, no sabiendo ya ni siquiera ante que se diferencia,
habiendo olvidado incluso a que corresponde aquello ante lo cual se
diferencia.
De modo determinante las formas en que los seres, los sujetos, los
signos, las formas, las imágenes, afirman sus mismidades, aunque
estas no fueran ya hace mucho sino desde el inicio nomadicas ellas
mismas, la diferenciación misma lanza los procesos diferenciales
y de diferenciación ellos mismos hacia derivas nomadicas ellas
mismas, si se diferencia ante esto o aquello otro, y porque no ante
aquello otro y aquello otro.
No deberá el lector de estas líneas moverse entre la
idea de una seducción del texto –de este mi texto y una
corroboración como si se tratara de acertar mas o menos en
una realidad, se trata de un lector que no tendrá sino que
moverse hasta su ambiente mas próximo, cualquier artista, escogido
arbitrariamente, sus imágenes, pregunte de donde provienen,
cualquier revista, ábrala, recórrala, de arte o de moda,
de publicidad o de promoción de mercancías, pregúntese
que hacen esas imágenes y esos textos ahí, y ante que
se diferencian, que les ofrece su mismidad o su correlatividad ante
una idea dada de correspondencia en el mundo de la imagen donde quiera
que se le presente, la televisión, los mercados, la publicidad,
que otro principio que no sea el de producir solo a su propia intencionalidad
de seducción. Derivas, formas de diferenciación de la
subjetividad nomadica que no hace sino diferenciarse tantas veces
como puede una y otra ves según naufragios que no corresponden
ya hace mucho tiempo a totalidad alguna en las comunicaciones, las
transportaciones, la robótica, la producción, la industria,
la posindustria, la cibernética, la informática, la
virtualidad. La fragmentación de la imagen es una consecuencia
del desarrollo tecnológico, el naufragio de los textos un resultado
de ese desarrollo. No hay que representarse el devenir nomadico como
algo malo o negativo en ningún sentido. No se trata en el mundo
moderno de un nomadismo como aquellos de los cuales hemos tenidos
alguna referencia otrora, este devenir nomadico ocurre aquí
y ahora y se aplica tanto a quienes vivimos en forma literal nomadica
viajando por el mundo establecidos largos anos en países y
ciudades varias, como a quienes devienen nomadicos donde quiera que
se encuentran.
Mas allá de la Diferencia este es el Devenir Siempre Otro en
el nomadismo. En el devenir nomadico, todo deviene siempre otro al
ano siguiente, a la vuelta de los siguientes seis meses, al mes que
le sigue en dependencia del tipo de imágenes, textos o formas
de las que estamos hablando, si hablamos de tecnología todo
deviene sucesivamente otro a altas velocidades, si hablamos del arte,
puede serlo a la vuelta de algunos meses, las revistas devienen otras,
las imágenes devienen otras. Esta forma del devenir siempre
otra cosa esta estrechamente relacionada a la forma en que estos tienen
que, regidos por la seducción, la retórica y el intercambio
simbólico, volver a presentarse no pudiendo siempre presentarse
igual.
Todo cambia a altas velocidades.
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