Ethnographic
Publication Site
spanish version
Después de la Etnometodología
por Abdel Hernández San Juan
3- El Eclipse de la Evocación.
(english version: 3- The Eclipse of Evocation)
Entrada:
Nosotros sabemos que el viaje hacia el concepto de evocación
nos trae a través de un camino liminal. Esta es la primera
movida en la trayectoria que sigue el análisis a través
del concepto: desear hablar de cosas sobre las cuales es difícil
hablar. Estamos de acuerdo en la idea de dialogo valiendonos de correspondencias,
pero sabemos, como decía Bajtin, que no hay dialogo si no hay
contraenunciaciones en la formación misma de las frases. Esta
es la segunda movida, desear hablar y en su lugar vernos aun llevados
a escribir. En pocas palabras, tenemos un eclipse entre el qué
y el cómo, aquello sobre lo que queremos hablar—el concepto
de evocación—y el cómo, el modo de hablar sobre
ese concepto.
Dado que no hay caminos predados, teórías previas, investigaciones
enfocadas y tratados anteriores sobre este concepto, este ensayo será
un primer análisis profundo al respecto. Comenzaré discutiendo
ese lugar entreverado que desde la epistemología, epistemología
de las ciencias, podría definir un lugar para el concepto de
evocación. Allí, en ese lugar de pliegues, escucho un
monologo sutíl escrito por Mark Twain. Desde el lugar de la
epistemología que este monologo sugiere, discutiré el
concepto de evocación y hablaré sobre la visión
que tengo de la etnografía.
“Tengo casi un dia de edad—dice Eva en el monologo de
Twain—mi arribo data de ayer. Esto debe ser suficiente, porque
si hubo un dia antes de ayer, la verdad es que no advertí el
hecho. Tomaré notas y espero que esto sirva como advertensia,
Estaré vigilante de modo que si un dia anterior a ayer vuelve
a ocurrir, no me pase inadvertido. Pienso que el mejor método
es la anotación inmediata, para que no haya confusión,
un instito delicado me dice que estos detalles será importantes
en el futuro para el historiador. Soy un hecho experimental. Nadie
puede experienciar más profundamente este sentimiento de ser
un experimento. El sentimiento me lleva hacia la convicción
profunda, puedo afirmarlo: soy un hecho experimental”.
El Monologo de Eva, Mark Twain
I- Crítica del Texto
Mis ideas sobre el concepto de evocación y sobre etnografía
están en tensión con el concepto de escritura. En esta
noción de escritura incluyo el sistema alfabético y
fonético que trata de representar ambas cosas, la voz y el
habla, por un lado, y la lengua con sus inscripciones en la escritura,
por el otro, así como también al concepto de inscripción
en general que cuestiona la noción de escritura entendida como
representación y pone en su lugar lo que Derrida llamaba “grama”
y “diferencia”. Al final, ambas nociones son escritura,
la primera representa una palabra originaria en cada imagen gráfica
(grafia) y la segunda niega esa transparencia poniendo en su lugar
una inscripción diferenciada sin afuera. Ambas escrituras,
que refieren a imágenes opuestas entre las cuales muchos otros
conceptos de escritura pueden ser discutidos, me interesan teóricamente
desde el momento en que al forman un texto, podemos desarrollar la
crítica del texto.
El campo que la crítica a la escritura a abierto es uno basto
y discontinuo. No habrían sido posibles las ideas significativas
de Bajtin sobre bivocalidad y polifonía, por sólo citar
un ejemplo, si no hubiera discutido la dependencia y el carácter
derivativo de la escritura frente al enunciado vivo. Por otro lado,
sin la opacidad que Derrida encontró en la escritura como un
trazo desconectado de cualquier representación originaria,
las reflexiones sobre el logocentrismo y la escrituralidad no habrían
avanzado lo suficiente. También, como Foucault mostró
en “Las Palabras y las Cosas”, ver los discursos como
gramaticas espacializadas, como topografías de los sentidos
y como enunciaciones escriturales, per
Significativos a nivel crítico en este sentido son los estudios
cognitivos sobre escritura y lenguaje audible, las investigaciones
de Havelock (1963-82), Goody (1977), Ong (1982) y Olson (1977-96)
que, si bien en su tiempo estuvieron cargadas de un historicismo especulativo,
hecharon lúz sobre los problemas de la contextualización
en el hablar y la decontextualización de la escritura, así
como sobre las relaciones de estas con la cognición.
Mientras algunos han resaltado la supremacía de la escritura
sobre el habla en culturas diferenciadas, otros han argumentado sobre
la fecundidad situacional del hablar en referencia a la deixicalidad
y lo mnemotécnico en otras.Varios pasajes en la literatura
sobre el aprendizaje de la lectura y la escritura debemos traerlos
al primer plano también para analizar el concepto de evocación
que, como verás en este ensayo, he propuesto situarlo en la
investigación sobre los fenómenos del lenguaje relacionado,
a las figuras tropológicas así como al concepto de voz;
también son de interés estos problemas en teoría
del aprendizaje de la escritura y la lectura para discutir el concepto
de etnografía.
Podemos evocar en este sentido el ejemplo de St. Augustine cuando
decía que leer es una forma oral de recitación en una
voz audible y cuando luego precisaba que se puede leer en silencio.
En cualquier caso, considerando que el campo es basto, prefiero dejar
a un lado el problema ontológico sobre qué es y qué
no es, cómo es o cómo no es la escritura.
En su lugar propongo que una analítica del concepto de evocación
debe ser una crítica sobre el concepto de escritura como texto
a favor de la voz, una crítica del texto. Es en la escritura
donde por primera vez se forma el texto, en este la escritura deviene
descontectada de la voz, así como al volverse texto la escritura
no retiene su relación a la memoria oral y corporal deviniendo
en otra imagen de la memoria. Incluso en sus formas más básicas
en el lenguaje hablado mismo cuando hacemos referencias metaorales,
cuando hablamos del hablar, aparece una imagen escrituralizada sobre
el hablar referido la cual pareciera fijar, textualizar el hablar
como lo hablado, el decir, como lo dicho, alejandose de la expresión.
Cómo he discutido a este respecto la escritura forma el texto
no porque “realmente” garantice—la más fiel
imagen de la memoria, como si fuera la supuesta imagen realmente verosimil
e inscrita de la memoria, sino antes bien porque hace visible, a través
de los efectos lineales de su geografía inscrita, un como sí
resolviera los defectos que son propios al concepto de memoria cuando
nos movemos desde nuestra memoria de las cosas hacia la imagen de
la memoria que el texto crea como su efecto. El poder de la escritura
no está dado, como se ha vuleto un estereotipo, en sus posibilidades
de almacenar los datos no fijados de la memoria—concepto en
torno al cual ha devenido la suposición errónea de que
la memoria textual o la imagen de la memoria que crean los efectos
textuales son algo así como las más fieles imágenes
de la memoria real fijados en su irreductible potencial de fijar los
datos, o incluso la creencia de que la memoria textual es realmente
la memoria o realmente memoriza algo. Este no es su real poder, sino,
por el contrario, aquel que consiste en inventar una idea de la memoria
como si esta fuera acumulativa y textual. Lejos de almacener datos,
la escritura en su linealidad inventa el texto, a diferencia de la
naturaleza no lineal de la memoria. Y es en esta intersección
entre la discontinuidad propia de la memoria como esta discontinuidad
se expresa en las distintas formas de su imagen actual y la textualidad
de la escritura, donde debemos situar el concepto de evocación,
su análisis y su investigación en los dintintos medias
en que se da y se expresa, palabra hablada, imagen visual, imagen
acústica, etc.
La noción de texto es amplia desde el momento que tuvo en la
pragmática (semiotica) hacia aquel otro que tuvo en la hermeneutica
(interpretación). Sin embargo, cuando defino el análisis
del concepto de evocación como una crítica de la escritura
como texto, me refiero a ese desplazamiento que permite comprender
su más represiva historia, cuando aceptada como memoria la
imagen de esta que el texto crea en la escritura, cuando tomada la
representación como identica a lo representado, se obvia que
la representación es diferencia y se condiciona a aquellos
sujetos representados según las imágenes que ese texto
crea. Me refiero en este ensayo, por lo tanto, al concepto de texto
en la perspectiva más general que es esa relacionada a la economía
del lenguaje, el texto como archivo, como imagen prostética
y artificial de la memoria, como acumulación, como artefacto,
como regulador del remanente.
Una crítica de la escritura en referencia no sólo al
concepto de evocación debe, sin embargo, moverse más
allá de una simple crítica pues no se trata de perfeccionar
la escritura para que sea una mejor representación en el lugar
de lo representado, porque la representación misma es diferencia
ante lo representado, sino de críticar su textualidad a toda
costa. Debemos precisar que cuando escribimos, entonces y allí,
estamos desprovistos de nuestras relaciones con nosotros mismos y
con los otros. Estamos sumergidos, relacionamos las cosas a través
de los indicativos que sugiere la gramatica, descubrimos que la escritura
no es otra cosa sino un recuerdo de la lengua—el concepto de
lengua entendido como institución, algo que nos viene dado
tal como es, que la lengua nunca es recordada en su exterioridad y
en su distancia ante la voz, que en la escritura.
La escritura es una actividad que discrimina entre el sentido de los
discursos y sus contextos, incluso cuando al escribir simplemente
hacemos descripciones. Para escribir tenemos que discriminar todos
los sentidos y los significados que no pueden ser textualizados, estos
son llevados hacia la periferia. En el hablar nosotros usamos el lenguaje
y expresamos la voz, los significados y los sentidos se renuevan constantemente.
No se trata, por supuesto, de obviar la lengua y su importancia, pero
debemos reconocer—en la crítica del texto—en la
analitica del concepto de evocación, en la investigación
sobre estos fenómenos, que en su recuerdo de la lengua y en
su ser recordada por la lengua, la escritura olvida al sujeto, no
sólo pierde su relación a la voz, sino que el sujeto
mismo de la voz y la voz de este son olvidados en la escritura.
El sujeto es además olvidado varias veces en la escritura y
debemos permanecer atentos a esto en los ensayos. Cuando nosotros
escribimos sentimos que reflexionamos mejor porque escuchamos silentemente
nuestros pensamientos como en un tenue recital, pero cuando nosotros
miramos el texto escrito, percibimos que la escritura esta pidiendo
algo más, cuando la vemos allí escrita como texto, como
imagen y pensamos en su continuidad percibimos que para llebarla en
una dirección hay que considerar la dirección que ella
quiere tomar, ella está pidiendo algo y eso que está
pidiendo no siempre quiere tomar la forma y el sentido, la dirección
que habría tomado si la hubiesemos movido desde la expresión
de nuestros pensamientos, ideas y emociones.
A su vez, si nosotros no escuchamos lo que la escritura nos está
pidiendo y nos concentramos simplemente en expresar nuestros pensamientos,
la escritura comienza a detenerse, se para por intervalos, tenemos
que dialogar con su forma y la forma que ella pide tomar cuando nosotros
le queremos dar la forma que habría de tener para expresar
nuestros pensamientos. Ahora bien, nosotros también debemos
percatarnos que en este movimiento propia la escritura también
quiere pensar por nosotros. Y es en este punto donde debemos pararnos.
Los problemas de investigación y los problemas teóricos
comienzan justo en este punto cuando el sujeto, reconociendo y entendiendo
que su lugar puede ser omitido en la escritura, que su lugar puede
ser emplazado por ese movimiento que la escritura misma pide y quiere
tomar, se inventa a si mismo en la escritura. Nosotros sabemos en
la filosofía del sujeto, en la teoría de las ciencias,
que el concepto de sujeto remite a algo que siempre se inventa, que
se inventa incluso todo el tiempo, incluso nosotros sabemos que queremos
olvidar que esto es así, pero lo que debemos enfocar como problema
crítico es ese momento en que el sujeto se inventa a sí
mismo en el texto, en la escritura vuelta texto, porque tienen lugar
en esta invensión del sujeto por si mismo en el texto varios
problemas.
El sujeto descubre que está ausente de su propio lugar, que
falta a su lugar y que se inventa a si mismo, pero lo que no sabe
es que no es a sí mismo a quien inventa. Cuando se inventa
a si mismo en el texto el sujeto se está moviendo sobre una
exterioridad y esta exterioridad forma las imágenes espaciales
de la memoria. Me refiero, por supuesto, al concepto de sujeto en
todo lo que, entre un modo de inscripción y otro, nos remite
a un concepto abstracto de sujeto, el sujeto del enunciado, de la
enunciación. El momento en que esto ocurre en la historia de
las lenguas, del habla, del texto, de la escritura, es dificil de
reconstruir, pero es aquel que nos ha alejado de la voz, de la voz
literal y de esta en la escritura e incluso dada en cualquier media
cuando no es una voz literal. Me he referido a algo relacionado a
una idea de memoria que es inventada por la escritura, no hay identidad
ni relación de necesidad—en esta secuencia, podría
haber sido cualquier otra.
Es precisamente esta imagen de la memoria la cual es texto la que
permite entender el concepto de sujeto como olvidado varias veces
no sólo en los emplazamientos que el concepto de subjetividad
supone, sino en aquellos otros que tienen lugar en el tránsito
de la temporalidad a la inscripción espacial, las diferencias
entre el movimiento que la forma quiere y la que se le quiere dar,
al representación espacial de la memoria obvia la invensión
del sujeto por si mismo que tiene lugar en este emplazamiento y acoge
el recordarse a si mismo según como la imagen de memoria es
inventada por los efectos de la linealidad del texto con todos los
trastocamientos que son propios a ese tipo de memoria ya de por si
artificial, una imagen de la memoria que supone un ser recordado por
otros.
No hay una relación de identidad y necesidad—cuando decimos
esta es la forma—en la secuencia que parece ir desde la memoria
temporal y corporal actual hacia la escritura, del mismo modo en que
no hay una relación de necesidad en la secuencia que parece
ir desde la escritura hacia el texto y con este a la memoria espacial,
la secuencia podría haber sido cualquier otra. No viaja la
memoria temporal a la escritura como si la forma de esta última
captara esa sí del modo más verosimil y fidedigno, o
como si fuera su expresión hecha forma, la inscripción
que más verosimilmente la inscribe, porque en la secuencia
que forma la escritura misma el sujeto tiene que dialogar con la dirección
que esta pide para hacerla avanzar, no hay modo, además, en
que la escritura pudiese tomar un curso que no fuere en arreglo a
su forma. Y esta es la razón por la cual las instituciones
nos parecen alienadas.
Si la escritura en su opacidad de diferencia no recibe su impresión
del habla donde quedaría la voz, el problema de la voz no se
encontraría en un lado o en el otro, sino en el hablar de esa
forma, en esa forma en la que ponemos a hablar la voz en la forma
y la no la forma en la voz. El concepto de institución, de
hecho, se forma, nace, tiene su primer modo de llegar a la forma de
ese quiebre originario entre lo temporal como evento y lo temporal
como representación espacial.
Una crítica de la escritura debe conocer este quiebre primitivo
entre la memoria temporal y la invensión de la memoria por
el texto. En el acto de escribir nosotros tenemos la impresión
de que la escritura fija—como si fuera un filme—lo que
se ha recordado o dicho: Experienciamos la escritura como si en ella
pudieramos retener los eventos y las cosas como ellas pasan en la
temporalidad de la memoria. Pero es en la sensación de que
podemos retener lo temporal precisamente esa en la que estamos en
lo espacial sin recordar como fuimos nosotros lanzados en esa, hacia
esa y por esa exterioridad. Estamos ahí en el reino del espacio,
de la economía de los signos, la economía del lenguaje
y del texto, el texto aparece entonces como la materia primera del
poder y del capital. El texto que la escritura forma retorna hacia
nosotros fortificado y deja en su periferia otra acumulación
diferente a aquella que le hizo texto, toda aquella acumulación
que la escritura desplazó, toda aquella que el texto obvio
por remanente, por residual.
Nosotros debemos estar atentos a esta acumulación desplazada
tanto en los procesos etnográficos como en los procesos artísticos,
porque cuando la escritura se vuelve texto y pierde su relación
a la voz, ya los sujetos no están en contacto consigo mismos,
ni con los otros, ya no pueden hablar desde sus si mismos y a los
otros bien comunicados e introspectivamente expresados, ya no tienen
lenguaje, todo se mueve alrededor del texto. Es como en los parques
donde la localización del monumento define todo lo demás
como alrededores, todo, el yo, los otros, los datos, la experiencia,
pierden su vivacidad, cuando el decir deviene lo dicho.
No puede haber evocación cuando la escritura y el texto se
han vuelto más importantes que el trabajo de campo regulando
todas nuestras relaciones con nosotros mismos y con los otros, todas
las relaciones entre la interpretación y la experiencia, no
puede haber evocación allí donde la escritura y el texto
quieran determinar todas nuestras relaciones a los documentos y la
relación a estos devengan en manipulaciones para formar climaxs
dramáticos que sustituyan la riqueza de los procesos vivos,
de sus dinámicas libres.
El concepto de evocación nos remite a la descentralización,
a todos esos remanentes, residuos e incertidumbres que fueron reprimidos
por el texto, cuando todos esos remanentes aparentemente insignificantes
y subvalorados como restos, residuos o desechos vengan de retorno.
Sin embargo, la noción de texto que estoy desarrollando aquí
no es aquella cuya diferencia sería, como es la tendencia usual,
el mundo de lo no verbal, porque este mundo también puede ser
texto, sino antes bien la temporalidad. Quisiera aclarar que el concepto
de transtextualidad que está supuesto en la forma como he enfocado
el concepto de evocación, no necesariamente tiene porqué
ser sólo una expresión de arte, como no necesariamente
tiene que ser sólo una expresión de etnografía,
aunque se desarrolle en proximidad al arte y le sea propio el umbral
entre el arte y la etnografía porque debemos ser críticos
también ante el hecho de que en el arte lo textual reprime
los remanentes temporales, debemos valorar los procesos, tanto en
arte como en etnografía.
Contrario a la dualidad proceso-texto se trata de valorar la poesis,
un proceso abierto que incluye muchos procesos, obras, libros, pero
los cuales no necesariamente tienen porque remitirse los unos a los
otros, un trabajo de campo constante e ilimitado que se difine como
proceso en múltiples sitios y temporalidades. No se trata de
que la etnografía tenga que ir a buscar instrumentos en el
arte como si estuviera embarcada en un viaje para recolectar fondos
o a la inversa que el arte tenga que pedir fondos a la etnografía
porque se trata de una crítica que es crítica de la
ciencia y del arte, que muestra como ambas han reprimido sus propias
etnografías.
(cont.)
1 . 2 . 3